Rusia y Ucrania están al borde de la guerra.
Rusia y Ucrania están al borde de la guerra.

125 miembrøs de diferentes niveles de la Iglesia católica se declaran queer aquí: #OutInChurch. El ex Papa se absuelve a sí mismo de las acusaciones que le señalan por haber sabido sobre abusos: “El señor cardenal está de acuerdo”. Ratzinger dice ahora que un abuso sexual es otra cosa, pero ya no le escucha casi nadie. Veo en una película ambientada en los años 40 y un diálogo en una cervecería de Múnich: “nos ha devuelto el orgullo de ser alemanes”, al mismo tiempo que en esa conversación tabernaria se ponía en duda que se quisiera hacer nada contra los judíos. Algunos equidistantes decían estas cosas.

El ministerio de Asuntos Exteriores de Estados Unidos ha ordenado que todos los familiares de diplomáticos en Ucrania abandonen el país, al mismo tiempo que varios periódicos publican informes de los servicios secretos que confirman la presencia de unos 55 batallones, unos 106.000 soldados y aparato aéreo preparados para ocupar Ucrania. Muchøs rusøs se sintieron bien con su orgullo devuelto de ser rusos. Hay muchos españoles que también se sienten satisfechos con volver a poder estar orgullosos de serlo, o franceses, italianos y británicos. Que después de todo lo ocurrido en el siglo XX haya aún personas que no comprendan que ‘el orgullo destruye la viña’ es preocupante y pone en duda que muchos seres humanos tengan la capacidad para aprender alguna cosa de importancia. A los que se ciegan con la posibilidad de la victoria, menuda palabra, habría que decirles que los que salieron victoriosos tenían los cementerios también llenos y los escombros en mitad de las calles. Y que volvemos a estar en el punto de partida.

Parece ya tarde para detener la invasión de Ucrania. La pregunta es si habrá invasión o también guerra, si la guerra quedaría dentro de las fronteras de Ucrania o sería una guerra abierta. Si los ucranianos se tienen que aguantar con el reparto geoestratégico que les ha tocado en suerte o si el que no esté de acuerdo se tiene que largar. Si los que quisieran largarse podrán irse. Si los que tienen las llaves de las fronteras van a dejar entrar a los ucranianos que no puedan vivir con el reparto que les ha tocado y quieran ser dueños de su destino. Si eso de que “todos los seres humanos nacen libres e iguales” sirve para algo y para qué.

Leo que en la caída del bloque soviético se hubiera negociado, sin protocolos que lo demuestren, que no sé si importan tanto o no, que la OTAN debería contentarse con sus fronteras de aquellas fechas y no extenderse hasta los límites con el territorio ruso. Este argumento de defensa de Vladímir Putin no se dice por primera vez desde Rusia. La crisis de los misiles soviéticos en Cuba tuvo otro escenario regional, Turquía, donde se estableció la OTAN. Ustedes recordarán lo cerca que Turquía estaba del territorio de la Unión Soviética.

Las expresiones en contra de la guerra son, para no pocas personas, una forma de buenismo, aunque si lo pensamos bien, ¿qué le queda a la ciudadanía si no es manifestarse en contra de la guerra o alistarse en el primer batallón? Hacer como que no va con nosotros no sirve para absolutamente nada, sería solo esa agua bendita que usan los equidistantes y se sienten superiores en la comodidad de su sofá mirando series infumables de las que hablan maravillas solo porque ellos mismos las ven. Si se está contra la guerra lo razonable es expresarse en contra de la guerra. Expresar en contra de la guerra forma comunidad y modifica el lenguaje; el lenguaje, esa cosa que lo crea todo. Estar en contra de la guerra es eso, estar en contra de la guerra, y exigir que haya diálogo y solución.

La actual crisis de Ucrania no se va a borrar como si nada pasara, va a tener consecuencias sobre toda Europa, aunque haya quien crea que Kiew cae tan lejos. El gas que consume Europa para por allí, y su precio, el precio que se paga por calentar las lentejas o ducharse, aunque caiga tan lejos.

Expresarse en contra de la guerra es ser consciente de lo que una guerra significa, bombas, edificios que se hunden y aplastan a personas, alarmas de ataques aéreos y personas en pánico buscando un refugio; muchos ataúdes, cementerios llenos, ríos de lágrimas. Después de la guerra, hambre, dictadura, juicios y fusilamientos.

Si existe el infierno, el de verdad, no el de Pedro Botero, el infierno es la guerra.

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