Un momento de una final del COAC en años anteriores. FOTO: Fani Escoriza.
Un momento de una final del COAC en años anteriores. FOTO: Fani Escoriza.

Ya es febrero y el cuerpo lo sabe. A lo que nos gusta el carnaval y tenemos ese gusanillo es en estas fechas cuando normalmente estaríamos cantando y comentando las coplillas que se estarían entonando en el concurso de agrupaciones. Pero esta vez no puede ser, de momento, ya que por motivos de salubridad, por la covid 19, se ha aplazado para otras fechas y que me huele a mi que podría estar más bien relacionado con el turismo, único objetivo económico que se fomenta en la ciudad últimamente, porque todo lo que se hace ahora en la tácita de plata está promovido en nombre de dicho sector.

Y la pena es que desde hace tiempo estamos viviendo una gentrificación dentro del carnaval que ya se aleja de nuestras fiestas, a las de las gaditanas y gaditanos, a las que hemos vivido toda nuestra vida. Pero definamos gentrificación para ir viendo a lo que me refiero. Según los académicos de la lengua, éstos, la determinan como un proceso de renovación de una zona urbana, generalmente popular o deteriorada, que implica el desplazamiento de su población original por parte de otra de un mayor poder adquisitivo. En este caso, si sustituimos "zona urbana'' por "área cultural" vemos que se asemejan, ya que estamos presenciando en estos últimos años unos cambios que hace que el Carnaval de Cádiz haya mutado hacia un carnaval sin Cádiz.

En estas pasadas ediciones, en la gran final del COAC, no se escuchaba apenas acento gaditano entre las filas de las butacas dada la alta demanda de estas a la ventas por público foráneo, que era bueno, pero que desplazaba a público autóctono. También hemos visto que ha pasado a ser una final, nuestra final, que lanzaba al día siguiente a las agrupaciones a hacer otra "Final" en otra ciudad, arrancando así a dichas agrupaciones de poderlas disfrutarlas en nuestras calles y que tardabamos en ver por las muchísimas ofertas que recibían.

El público que venía confundía carnaval con una feria, y los botellones era por desgracia lo que ensuciaba nuestras fiestas. Teníamos que esperar hasta el domingo o el lunes para gozar de lo nuestro porque el primer fin de semana se convertían nuestras calles en eternos botellódromos. El carnaval se vendía al turismo pero el turismo no entendía el carnaval. Y así, poco a poco, el carnaval de Cádiz ha sido víctima de la gentrificación cultural y se ha ido adaptando al público foráneo y no al de la ciudad, hasta tal punto que se va a celebrar en meses donde se empieza Cádiz a llenarse de visitantes, que paradójicamente va a masificar más si aún se cabe, una ciudad que evitaba hacerlo en este mes de febrero.

Para los que no hayan entendido este artículo tengo que aclarar que no es alegato contra el turismo, para nada, a día de hoy es nuestro mayor motor económico. Esta es una llamada de auxilio a una posible pérdida de identidad al exponer nuestras fiestas en bandeja de plata a dicho sector socioeconómico y pueda por desgracia, morir de éxito por tal que Horeca y otros entes económicos les convengan sobrevivir sin contar con la ciudadanía.

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