Un rosario de pintorescas calabazas encima de muros de mampostería seca - piedra sobre piedra sin ningún tipo de argamasa - imprime colorido natural, compromiso de conservación activa de variedades autóctonas locales en extinción y alimento para vacas lecheras autóctonas menorquinas, esencia del gran queso sostenible de esta isla única, reserva de la biosfera.
Barreras pétreas regeneradas con grandes acebuches - olivos silvestres - defienden a pastos y cultivos de la temida tramontana - ya no es lo que era, tirando a personas al suelo - y del acrecentado viento de levante secante.
Antes de entrar a la casa de Algendaret Nou, una mantis religiosa cruza la senda de la rosaleda, una alegría arraiga entre el empedrado y el estanque pone la música tan natural y biodiversa, que enorgullece su origen de la mano de Onofre, un gran hombre humilde.
Todo es un manjar a la mesa, basado en recetas tradicionales familiares, con ingredientes ecológicos certificados y gracias al relevo generacional de su nuera Marisa, provocándonos inmenso placer, gran sonrisa y una reflexión en voz alta: "Si el alumno no supera al maestro, no era tan buen profesor". Evidentemente, Xisca lo es.
Raúl, Laura, Adriá, Paco y Auba son todos muy buena gente, porque nos sanan con cada una de sus acciones e innovaciones. Es un orgullo ser amigos, un lujo a cuidar.
Como tan bien a su mar, donde un reconfortante baño familiar en aguas cristalinas - junto a Posidonias protectoras del fondo marino - rodeado de cientos de peces, sintiendo en mi propia piel que valen más vivos que pescados.
Corrientes y vientos predominantes acercan plásticos a la costa, siendo obligación de todos su retirada. Educación, información, comunicación, voluntariado y responsabilidad colaborativa se necesita en pro de su óptima conservación.
Y volveremos de corazón a ver al tío Antonio.