Una pancarta abría una protesta de vecinos en un barrio del área metropolitana de Barcelona en los años 80, con esta frase vital. “Con toda la fuerza y potencia posibles” así se define a pleno o a todo pulmón.
Hablamos de alimentación y ejercicio, pero poco de inspirar o expirar, quizás porque el aire sea un recurso gratuito. La protección de la atmósfera es fundamental, teniendo gran repercusión en nuestra calidad de vida, para evitar enfermedades demasiado cotidianas como el asma, bronquitis o EPOC.
La concentración de dióxido de nitrógeno y de partículas en suspensión en el aire urbano, nos condiciona el día a día. Una lejana boina gris sobre la ciudad anuncia hostilidad. Quema incontrolada de residuos, incluyendo neumáticos, accidentes de industrias químicas con sus productos altamente inflamables, junto a los motores de combustión generan un ambiente agresivo al ser humano. Sin olvidar al fumador, activo o pasivo, con gran correlación con el cáncer de pulmón.
Tras un aguacero o realizando una inmersión en plena naturaleza, el aire puro nos hace llenar nuestros pulmones, generando una sensación muy placentera. Las zonas verdes producen oxígeno y fijan CO2, cerca de guarderías, escuelas, institutos y universidades son esenciales, además del equilibrio mental que generan.
El desarrollo sostenible sin garantizar la inocuidad a nuestras vidas, no se puede definir como tal, y de hecho no aparece en el diccionario de la RAE. Mientras cojo unas flores de cantueso, las aprieto en la mano y acercándola a la nariz, lleno mis pulmones como si fuera aire limpio.
