Sabor de la leche de pasto

Razas locales de toda la vida, cada una daba diferente cantidad, nunca la media, unas veces más y otras menos, pero todas proporcionaban suprema calidad

Iván Casero

Ingeniero de Montes.

Vacas, en una ganadería de Andalucía, que ve reducido el precio del litro de leche.
Vacas, en una ganadería de Andalucía, que ve reducido el precio del litro de leche. MANU GARCÍA

Pepe Ortega, peluquero de Bami, recuerda cuando su madre iba cántara en mano, a por leche al establo, cambiando de vaca a ordeñar cada dos días, para educar el paladar de su hijo en distintos sabores. La cremosidad de la leche todavía la recuerda en su memoria y con sonrisas en forma de bigote

Pastaban al aire libre todo el día, ramoneando lindes según épocas, rumiando su tiempo necesario, y cuando se sentían las ubres llenas, solas marchaban demandando el ordeño manual aliviador. El gran tanque vendía leche cruda. 

Razas locales de toda la vida, cada una daba diferente cantidad, nunca la media, unas veces más y otras menos, pero todas proporcionaban suprema calidad. Su composición tenía infinidad de microelementos, en perfectas correlaciones asimilables y unos aromas terrenales que nos identificaban de por vida a nuestra tierra, a través de su consumo local.  

Hoy en día el conocimiento científico nos enseña que a más hierbas y flores silvestres diferentes, mayores niveles de ácidos grasos saludables tendrán sus lácteos y menores intolerancias en humanos provocará. 

La curación de quesos viejos degrada la lactosa y acababa con riesgos sanitarios, el hervir sanea la rica leche, con ese sabor genuino y auténtico que sí se conoce, no se olvida. 

 

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