No le llamaba Francisco, ni él a sí mismo. Era un tipo muy extrovertido, consumidor orgánico o eco y local, con una sonrisa impagable, disfrutando de arreglar o poner en valor cualquier cosa que pasara por sus manos. Tenía ángel y los momentos vividos con él, los guardo con gran cariño.
La pared exterior de una de sus tiendas, una nave en el extrarradio, albergaba un particular rosa y un “hecho en …. “, que era punto obligado de visitar por parte de cualquier joven, y de paso alguno compraba. Mi hija lo tenía en tareas pendientes a realizar sin saber ni conocer a ese pequeño gran hombre. Casualidades las hay.
Visitando nuestros pueblos y barrios puedo deleitarme con verdaderas obras de arte en muros expositivos, paredes de colegios y bajos de infraestructuras, lugares adecuados que plasman aspectos cotidianos, de gran belleza lugareña, hechos por jóvenes con ganas de poder expresar que sienten, a través de un pincel. Cultura a pie de calle, museos al aire libre.
Valga una puesta en valor de estos murales, aprendamos a respetarlos, comunicando e informándolos, con rutas temáticas y desarrollando nuevas, estando seguro que le llenaría de orgullo y satisfacción todo amante de lo nuestro. Descanse en Paz, Cisco.
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