Las latas no han existido siempre, y con abrefácil menos. Han habilitado la alimentación allende los mares y moderado su consumo alargando los tiempos. Esa lámina de hierro, acero, estañada a dos caras, o de aluminio es un envase ligero, resistente, hermético y estanco, protegiendo de la luz, aire y bacterias sin necesidad de conservantes, los alimentos fuera de temporada.
La fecha de consumo preferente es un indicador de calidad óptima, si bien posteriormente si no tienen abombamiento, golpe u óxido, ni mal aspecto, olor o sabor del contenido puede ser adecuado años sin abrir, como los vinos de reserva. "Dime añada y lote, y te diré su cotización", llegará a las conservas.
Todo tipo de vegetales, frutas hasta doce uvas, pescados, carnes, moluscos y crustáceos copan estos envases de hojalata desde naturales, cocidos, fritos y elaborados, siendo las abacerías y tiendas de ultramarinos sus lugares idóneos para degustación y adquisición. Tras cada lata hay una historia que merece ser contada.
Las conservas muestran un conocimiento adquirido a lo largo de muchos años, que ha permitido poder comer lo que te apetezca casi en cualquier momento del año. Hacer el vacío, deshidratar, salazonar, incluso cultivar variedades autóctonas de melones que sencillamente se conservan colgadas en el soberado o bajo la cama para el invierno son técnicas aprendidas de generación en generación.
"Estos lotes son espectaculares" me ilustró mi amigo José Antonio, conocedor de la excelencia de latas de melva canutera de Isla Cristina capturadas en esas fechas, como las añadas de vinos. Museo de las conservas de Barbate, donde anuncian que las primeras conservas que se comercializaron en el mundo se elaboraron en las costas gaditanas, necesario replicar en cada lugar de nuestra costa con historia de conservas locales a conservar y quién sabe si a recuperar, como el extinto caviar de Villa Pepita de Coria del Río en la margen del estuario del Guadalquivir.
