Hay lenguas ancestrales, oficiales, dialectos y hablas como las andaluzas. Sin embargo, existe poco reconocimiento a los acentos, que van intrínsecos con las personas. "Te conozco desde que empiezas a hablar al teléfono", "los fines de semana me voy al pueblo porque no quiero que mi hija pierda su acento", "me encanta tu forma de hablar" son ejemplos cotidianos que nos rodean en una sociedad diversa.
Identidad de nuestra tierra donde los conquistadores son conquistados, donde principalmente nos marca nuestra lengua materna, aquella que perdura casi hasta el final de la maldita demencia senil y Alzheimer.
El acento es la representación de la personalidad a través del canto de la pronunciación de las palabras. Todos tenemos acento, aunque algunos no sean ni conscientes y a pesar de los severos inconvenientes impuestos en radios y televisión durante muchos años, para la homologación de un acento unitario que nada tiene que ver al de Jerez, Granada o cualquier zona de la Andalucía rural. Pensemos que el padre de la gramática castellana era de Lebrija (Sevilla).
Ese deje te define, la entonación marca y el tono identifica en este mundo tan necesario de establecer puentes de comunicación. Conversar es una esencia vital de nuestra sociedad y con nuestro acento, motivo de orgullo adicional, para toda la vida.
