Plantación de chumberas en Los Palacios y Villafranca. FOTO: ISABEL MONTES
Plantación de chumberas en Los Palacios y Villafranca. FOTO: ISABEL MONTES

"Si el higo chumbo no tuviera pepitas sería la fruta perfecta" según mi tío Antonio, para mi es de las preferidas, a pesar de ser obstruyente, en caso de ingesta desmedida, de las púas voladoras al cogerlos de la tuna, a pesar del relente y ausencia de viento, y exótica, cuestión esta que le ha condenado a su extinción en la Península Ibérica de padrones y linderos, por la dejadez de todos ante la oportunista cochinilla del carmín, un oro rojo natural de aprovechamiento sostenible en Canarias, si bien aquí resulta mortal. Un poco de agua enjabonada o vinagre es suficiente para su supervivencia, pero claro no es ni costoso ni importante. En Los Palacios y Villafranca hay una explotación de chumberas que es económicamente rentable y claro, ni rastro de decadencia. Coged número, pues tiene lista de espera.

Las sandías últimamente las anuncian sin pepitas, hay mayor acción antinatura, restándole sabor original auténtico, y siendo la función de esas en el tracto intestinal fundamental, cuestión de salud interior, la que no se ve. "Como come el mulo caga el ... susodicho"

Las pepitas, las de oro se llaman así por algo, son joyas que permiten transmitir los genes adaptados a cada territorio, y quienes las conservan en un papel de estraza, tras disfrute de sabor, aroma y textura, sin igual de variedades autóctonas, las siembra a continuación y reparte plantones tras su germinación y desarrollo, es porque quiere lo mejor para los que le rodean, predica con el ejemplo. “El primer amor jamás se olvida, pepita le queda para toda la vida”.

Tener pepita en la lengua, impide hablar con libertad y desahogo, según la RAE, por tanto, por el bien de tu Salud y la Humanidad, tragar y si hace falta, con pan. Las fresas tienen pepitas y nadie se las quita para comérselas. Cuestión de convicción. “Viva la gallina, y viva con su pepita”.

Un amigo ecuatoriano de mi suegro, tras diagnosticarle un cáncer terminal, se puso a chupar una pepita de almendra por día, resultado de partir el hueso de los albaricoques - también llamados damascos-, familia de los almendros, y no sabemos si por su deseo de vivir, o un poco de todo, hoy está con nosotros sin rastro de males. Algo similar cuentan de las pepitas de calabaza, una de las más antiguas (7.000 años a.C.).

Depositaron lodos de una depuradora de aguas residuales en un campo agrícola aledaño, y con las últimas lluvias de primavera, nacieron cantidad de plantas de tomates. Circularidad. Quien tiene pepitas –semillas-, tiene un tesoro. Nuestro legado para la posteridad, el origen de todo y de todos.

Cuando en una plaza de abastos, mercados de productos de cercanía y locales, con puestos de hortelanos, uno adquiere esos frutos maduros y hortalizas en su punto, se recarga de vitaminas y energía, además de esos agradecimientos, nunca hablar por hablar, sino hablar por conocer a la gente, que es diferente.

Hoy he visto en el arriate del patio un chirimoyo naciendo, alguien se habrá deleitado chupando los huesos, lanzándolos de nuevo a la tierra de donde nació, y al menos uno se ha convertido en un proyecto de árbol. El poder del consumidor se ejerce, nuestros hijos merecen disfrutar de la auténtica verdad, pues si perdemos las pepitas, perderemos el valor de la vida.

Iván Casero es Ingeniero de Montes


Fuente:

https://elpoderdelconsumidor.org/2018/07/el-poder-de-la-pepita-de-calabaza/

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