Convivimos en un ambiente urbano con naturaleza, siendo necesario vivir a menos de 300 m de un parque o jardín, en un barrio con más de 30% de zonas verdes, así como ver al menos 3 árboles desde tu ventana. Este pensamiento conocido como regla 3-30-300 ha sido recomendado por la Organización Mundial de la Salud -OMS-.
La salud urbana es indicadora de la que contienen sus integrantes. La prevención y curación es un pilar de nuestra sociedad, siendo la enfermedad resultado de debilidades. La lucha biológica frente a plagas urbanas es un medio -más que demostrado- muy útil, donde la focalización a veces resulta muy complementaria, al resultar más fácil su control.
La procesionaria con esos llamativos bolsones algodonosos en pinos, provoca importantes fenómenos urticantes por sus orugas en nuestra población, y un simple remedio como la plantación de ejemplares de pinos canarios hacen la función atrayente a la redonda, permitiendo erradicarlas físicamente con facilidad. Los murciélagos se han validado como un gran comedor de sus mariposas, al igual que herrerillos, carboneros y abubillas. Equilibrio en el ecosistema urbano y periurbano.
Naranjo dulce en calles de amargos atraen con mayor facilidad pulgones, muy apetecibles a insectos conocidos como mariquitas, resultando un excelente control mediante lucha biológica y disfrutando de sus naranjas a la puerta de casa de mis padres. A mayor biodiversidad, menor probabilidad de plagas que tanto molestan.
Atraer masivas concentraciones repentinas de araña roja, pulgones, cochinillas, mosca blanca y orugas, causantes de daños a partir de las cuales se conoce como plaga, es de sumo interés al visualizarlas, como el atraer al picudo rojo con especies de palmeras muy apetecibles a su gusto como la canaria, teniendo especial vigilancia a su potencial afección.
Un ejemplar de insecto como tal no hace plaga, un práctico árbol cebo un perfecto bioindicador saludable y la información natural al ciudadano, la mejor comprensión urbana.
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