Jaula de grillos. FOTO: WERNER CASERO
Jaula de grillos. FOTO: WERNER CASERO

Cigarrones, gañafotes y saltamontes, esos que podían arañarte con sus aserradas patas traseras al cogerlos en mi pueblo, y volaban largos trechos. ¡¡¡Démosle una patada al búcaro!!! ¿Por qué no se ven hoy día cuando paseo por el campo de mi infancia, aunque lleve energía de la buena después de desayunar molletes de Marchena con pringá, aceite y azúcar o manteca colorá, —los domingos, calentitos—, o tras merendar los típicos bizcochos marcheneros emplastados en papel marrón? Necesitamos la biodiversidad para nuestra propia supervivencia.

Los grillos reales, negros o de campo, con una mancha dorada al torso, y los más pequeños, rubios; capturados en grilleras hechas de caña, madera o de rejilla metálica, comían tomate. Dotaban de sonido la noche y esto les delataba para poder ser cogidos. Ese sonido, en China o en Italia, se considera melodioso, relajante y señal de buena suerte.

Los tintibaleros o libélulas, rojas y verdes, del orden odonata (dientes en griego), comen fundamentalmente mosquitos, incluso los que transmiten dengue y zika, muy útiles para el ser humano como lucha biológica, junto con los más pequeños, "diablos o caballitos del diablo", fáciles de distinguir porque en reposo los tintibaleros mantienen las alas extendidas y los diablos las pliegan a lo largo del cuerpo. A estas alturas, reconocidos bioindicadores de calidad ambiental.

Las hormigas, grandes (las que subían por el tronco de los alcornoques, cuidado bocado te daban) y chicas, negras y rojas. Me fascinaban las terreras, pues, en función de la altura del hormiguero, adivinábamos si la primavera sería lluviosa, por la considerable altura del montículo de la entrada de las hormigas, o en cambio seca, si el hormiguero estaba a ras del suelo.

Ranas, ese croar del arroyo del Lavadero. Imposibles hoy de encontrar —de pescarlas con algodón atado a un sedal y una caña, ni os cuento— ni, desgraciadamente, de escuchar por esos lares. Ni ver la Papilio machaon, majestuosa mariposa donde las haya.

Pasar las noches viendo salamanquesas o tiñosas en las paredes encaladas, cerca de faroles y bombillas, a la caza de mosquitos y polillas, era otra lección de la vida.

Los gurripatos (crías de gorriones) y golondrinos, lo mismo que los pollos de cernícalos que se caían de las torres, en primavera los criábamos, respectivamente, con pan aguado, corazón de pollo y pitraco de la carnicería, con ayuda de una biznaga o palillo de diente. Los palomos marcheneros bien merecen un artículo propio, por ser ladrón, tanto él como ella.

Jaula de grillos, caña. FOTO: ISABEL MONTES

¿Quién no ha tirado una gorra al cielo en el crepúsculo para, al levantarla con cuidado del suelo, atrapar un murciélago? Sensaciones únicas e intransferibles. Como las avispas merodeando las uvas del emparrado del corral y en el avispero de las tejas árabes. Se entiende el "tienes el gusto en el culo, como las avispas", tras molestarlas con un palito o una caña y correr a continuación.

Levantar piedras a las afueras del pueblo, por esas lindes, padrones y setos vivos, la madre de la biodiversidad y del registro de la propiedad, ya en vías de extinción por un listado de coordenadas GPS, era un entretenimiento sin final, con factores sorpresa y decisión. Si era una víbora-, salto con retranca, "yo no soy majara, ni majarón, ni majareta", y si era un alacrán o escorpión, al bote y a echarle de comer insectos todo el día.

La reina era la Mantis religiosa, también llamada Santateresa por su posición de antes de atacar a sus presas; Mariagarcía y Arcalabatruca, conocidas así en Porcuna y Mijas respectivamente, de color verde o marrón, excepcional animal con un único oído, ubicado en su tórax, y gran predador de insectos. Sus movimientos, su rotación de cabeza, era un verdadero documental de La 2 en riguroso directo.

La entomofagia, consumo de insectos por los humanos, está avalada por más de dos mil millones de personas y por la propia FAO en su Programa de Insectos Comestibles.

Nuestras especies autóctonas son referencia, en muchos casos, a nivel mundial, pudiendo estas desarrollarse aún más. Sueño con hacer realidad exquisiteces de huevos de nuestra mantis u orugas de Papilio machaon(la oruga de la mariposa emperador en África del  sur y los huevos de hormiga tejedora en el sureste de Asia alcanzan precios elevados y se consideran un manjar exquisito), para poder volver a ver en directo parte de mi infancia, con los conocimientos adquiridos en el colegio Aljarafe, modelo educativo pionero, con su huerto escolar ecológico, insectarios en las clases y excursiones al campo, y compartirlos con mis hijos, ese contacto que también necesitamos los humanos, para poder aprender.

El ordenador, fichas, guías o incluso la televisión no pueden sustituir a los insectos y animales en su dimensión real, y menos su comprensión. No podemos valorar lo que no conocemos de verdad.

Iván Casero es Ingeniero de Montes.

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