Fotografía de Gaelx. FOTO: FLICKR.
Fotografía de Gaelx. FOTO: FLICKR.

Cuando ellas despierten de entre los muertos, de entre las palabras, de entre las leyes Hélène Cixous, La risa de la medusa

Empecemos por las palabras, desvelando el nombre y el contenido exacto de las cosas.

El feminismo trata de igualdad. El machismo trata de superioridad. Por eso no son ni serán nunca equivalentes.

El feminismo trata de libertad. El fascismo y trata de dominación. Por eso son radicalmente contrarios. 

El feminismo admite la diversidad y sólo rechaza las diferencias que fomentan la subordinación. El fascismo pretende la uniformidad y sólo admite las diferencias entre ricos y pobres.

El feminismo es dinámico. El patriarcado es inmovilista. La emancipación de las mujeres cambia la sociedad, la hace justa, la hace mejor. Por eso el feminismo es, entre todas sus polisemias, un proyecto político. Un proyecto político que impugna esta sociedad de hechuras tan viejas como el patriarcado.

El feminismo no sólo es deseable para mejorar nuestro sistema social, es, además, afortunadamente, inevitable.

La desigualdad es el problema. El feminismo es la solución.

Según Marx, "la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar". No es ninguna casualidad que se plantee en este momento el debate social sobre la desigualdad. Es que la desigualdad es la característica más visible de este tiempo que habitamos, es la consecuencia más dramática de la crisis en la que unos pocos nos han sumido a la mayoría de la humanidad. 

Y las mujeres han/hemos sido las primeras en responder. Porque no tenemos más remedio que hacerlo. Porque llevamos mucho tiempo poniendo la vida en el centro, por encima de la riqueza. Porque somos conscientes de que tenemos capacidad para resolver el problema en alianza con los hombres. El pensamiento ilustrado tumbó el Antiguo Régimen a finales del siglo XVIII por déficit de libertad. El feminismo tumbará al patriarcado en el siglo XXI por superávit de desigualdad. 

El problema es muy antiguo. El patriarcado es viejo, muy viejo. Son milenios de un sistema político, económico, social, cultural y sexual con la figura del hombre en el centro, dominando el mundo. Sin discusión posible y durante un tiempo muy largo: el hombre ha sido la medida de todas las cosas.

Así ha funcionado el mundo hasta hace muy poco. Así funciona todavía hoy en muchas partes. Pero algo ha empezado a cambiar, hemos despertado de entre el silencio de las muertas. Ante la violencia que sufren las mujeres y que forma parte de este paradigma neoliberal postcrisis (acoso, maltrato, asesinato, pornografía, prostitución, trata, compraventa de bebés engendrados en vientres de alquiler, desigualdad profesional, brecha salarial…) la inmensa mayoría de las mujeres y cada vez más hombres hemos empezado a rebelarnos. Y hemos cambiado las leyes.

Sabemos que existen tensiones y reacción. Que hay quienes quieren deshacer el camino civilizatorio del feminismo.

Pero no vamos a retroceder nunca más. Cada negación, cada víctima, cada golpe, cada lágrima es un motivo. Un motivo más para la conjura de las mujeres. Para la alianza de las mujeres entre nosotras y con los hombres amables (utilizo el adjetivo con toda su potencia de significado y de belleza). 

Ahora que la crisis ha terminado, este es el mundo en el que tenemos que vivir, nosotras, nuestros compañeros y nuestras hijas e hijos. En esta distopía, la desigualdad conecta el machismo, el patriarcado y el fascismo. La desigualdad es la herida, la herida que si no remediamos acabará por destruir la vida en el planeta. Porque esta conexión es la clave que explica que algunos pocos vivan muy bien y la inmensa mayoría sobrevivamos como podemos, solas, aislados, desconectadas. La respuesta es el feminismo porque nos conecta. Y conectadas somos invencibles, lo vimos hace un año en el mundo entero y hace muy poco en Andalucía.

Ahora que la crisis ha terminado, el estado al que confiamos nuestro bienestar se ha quedado enclenque (escuchimizao, diría mi madre) después de tantos recortes y destrozos en los servicios públicos. El feminismo es la respuesta porque pone el foco en la vida y los cuidados que debería prestar el estado y que realizan las mujeres, en muchos casos con el desamparo del estado.

Ahora que la crisis ha terminado, en esta Andalucía compleja ya nos gobiernan personajes azules o naranjas sostenidos por bárbaros de mano dura y pensamiento simple que niegan la violencia, que confunden el sexo, el género y la ideología y que quieren retroceder el reloj de nuestros derechos hasta el punto cero de la democracia. El feminismo es la respuesta porque sin mujeres no existe la democracia, ni en la Atenas de Aspasia ni en la Europa de hoy. Es la respuesta porque alumbra, cuenta y muestra todas las negaciones de los bárbaros de pensamiento simple.

Ahora que la crisis ha terminado, debemos hacer que termine con ella la tríada maldita que forman el patriarcado, el machismo y el fascismo. Y el feminismo es la respuesta, porque ante esta desmesura de desigualdad que vivimos como sociedad, las mujeres sabemos que la fraternidad es la última frontera de la razón, de la compasión y de la propia democracia. 

Hemos recorrido todos los laberintos. Hemos despertado de entre los muertos, de entre las palabras y de entre las leyes. Medusa no es mortal. Es hermosa y ríe.

PD: Termino el texto justo cuando la luna nueva nos trae la aurora. La luz naciente, la alegría, la vida. Por muchas auroras sin miedo para todas las mujeres del mundo.

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