Fantasmas

El problema no es sacar huesos de tumbas, sino fantasmas de las cabezas de la gente.

Inmigrantes llegados a Cádiz, en una imagen reciente. FOTO: MANU GARCÍA
Inmigrantes llegados a Cádiz, en una imagen reciente. FOTO: MANU GARCÍA

El tiempo libre nos hace caer, de forma recurrente, en las redes sociales. Esos lugares, al alcance de un click, donde todos somos sabios y podemos discutir, acaloradamente, sobre cualquier tema. Expresamos nuestros gustos, comentamos y compartimos aquellas publicaciones que encajen con nuestra forma de pensar. Algunos engañan y otros se dejan engañar, sólo por no marchar en contra de una determinada ideología.

Aunque el miedo es siempre el plato estrella, en su buffet libre, todos los subproductos de la bajeza humana se sirven a granel. Los usuarios lo sabemos, pero en lugar de detener la maquinaria, nos pasamos de vez en cuando por la barra, para ver si hay algo nuevo en el menú.

En estos días, de valles y de vallas, he visto defender lo indefendible. He descubierto la cara oculta de mis contactos. He discutido con gente, a la que no conozco, sobre temas que no tienen discusión y, por más argumentos que haya expuesto, no he conseguido bajar a nadie de su burro. En la mayoría de los casos, es mejor conversar con las paredes.

No nos damos cuenta de que nuestras opiniones forman parte de una encubierta campaña electoral. En nuestros propios muros, espacios supuestamente destinados a la privacidad, se ataca y se defiende a quienes nunca darán la cara por nosotros.

Los españoles tenemos lo que merecemos, y siempre será así. Protegemos a quien nos roba, por miedo a que otros vengan a robarnos, para después acusar de nuestras miserias a cualquiera que sea más desgraciado que nosotros. Por más que nos aprieten, nunca dejamos de pedir nuevas cadenas.

Cada día es más doloroso ver el nivel de analfabetismo que estamos alcanzando. Ver a personas, a las que se les presupone cierto nivel cultural, creerse y compartir mentiras clamorosas, sin detenerse nunca a contrastar la información. Escuchar a chavales de 20 años exclamar convencidos que “con Franco se vivía mejor” o que “ETA tenía sus motivos”, como si acabasen de bajarse del DeLorean.

Y es que el problema no es sacar huesos de tumbas, sino fantasmas de las cabezas de la gente. Es no querer comprender que, en este país, no hay más ideología que el interés privado. El problema es que sigamos empeñados en multiplicar nuestras diferencias, mientras quienes nos gobiernan nos siguen dividiendo.

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