Falsedades, extravagancias y distracciones

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Jean Francois Rehav desmontó en poco más de 20 minutos los argumentos que los lobbies del alcohol y la vida nocturna utilizan para que la opinión de los vecinos sea ninguneada.

Una de las situaciones más interesantes del encuentro europeo de asociaciones vecinales de centros históricos, que se celebró en Madrid a finales de marzo, fue cuando Jean Francois Rehav, creador de este movimiento de unidad vecinal continental, desmontó en poco más de veinte minutos los argumentos que los lobbies del alcohol y la vida nocturna utilizan para que la opinión de los vecinos sea ninguneada por los responsables políticos y vistas como hostiles por el resto de los ciudadanos que no viven en el centro histórico. Se trata de argumentos que son tumbados con facilidad aplicando las normativas y, sobre todo, un poco de sentido común, que es lo que suele faltar muchas veces cuando discutimos de estos temas. Me ha parecido oportuno mostrarlo íntegro, porque no tiene desperdicio. Y todo está articulado en tres ejes: falsedades, extravagancias y distracciones. Ahí os lo dejo.

Falsedades

Las asociaciones no son representativas. Estaríamos muy equivocados si tomáramos en serio a esta panda de amargados.

Las asociaciones reagrupan públicos muy variados, tantos como habitantes hay en los barrios (jóvenes, trabajadores, jubilados…). Este argumento es el procedimiento clásico de denigración del opositor al que se quiere descalificar. Los habitantes agredidos por el ruido o a los que aquel les quita el sueño tienen todo el derecho a reivindicar sus derechos sin recibir insultos, amenazas o coacciones.

Nosotros, los políticos elegidos, sabemos que la contaminación acústica es una cuestión de sensación personal y cada persona reacciona según su propia sensibilidad. Entonces es mejor no generalizar.

La contaminación acústica se mide con herramientas cuyos resultados son indiscutibles.

Todo iba bien hasta la aprobación de la ley antitabaco, que echó a los fumadores a la calle.

Fumadores que charlan sin armar escándalo es un escenario perfectamente posible, pero bebedores que toman alcohol en silencio, no existe. Parece perverso poner en tela de juicio una de las pocas normativas que protege la salud pública.

Lo que piden las asociaciones de vecinos es utópico. Siempre habrá juerguistas que hacen ruido y siempre habrá dueños de bares poco escrupulosos que sólo se preocupe de sus ganancias. No hay remedio.

Formas de regulación eficaces existen, pero su implementación depende de la voluntad de las autoridades públicas.

Las descargas matutinas o de madrugada, los motores diésel, las persianas metálicas que suben y bajan, los barriles de cerveza que chocan crean ruido necesariamente. No hay solución.

Camiones eléctricos y barriles protegidos con gomas permiten entregas respetuosas con el vecindario. Se puede observar y comprobar el efecto positivo en las ciudades que se preocupan por la calidad de vida de sus habitantes.

Extravagancias

El silencio es la muerte. El ruido, la vida.

Afirmar una tontería no la convierte en verdad, ya que se confunde ruido y sonido. El descanso, la tranquilidad y el sueño no son opciones, incluso en una sociedad que quiere ser productiva y competitiva. Que algunos barrios o calles sean silenciosos no es ninguna rareza. Que algunos barrios o calles sufran la contaminación acústica nocturna, que hace que sea imposible descansar, sí que no es nada normal.

El desarrollo turístico es una cosa buena y es imprescindible para la economía. Decir lo contrario y sólo insistir en los inconvenientes, sobre todo en los centros de las ciudades, es irresponsable.

El miedo y la falta de regulación destruyen la calidad de vida y el patrimonio de los centros históricos de las ciudades europeas. Esta falta de coraje llevará a matar a la gallina de los huevos de oro.

Haría falta acallar a todos los que se han ido a vivir a estos barrios donde ya existían este tipo de molestias. Sabían lo que compraban y alquilaban. Si son tan estúpidos, peor para ellos.

El hecho de que haya anterioridad no exime de la obligación de respetar la Ley.

Todos los bares cierran a la misma hora en el barrio, eso acarrea molestias para el vecindario. Para suprimir ese pico de ruido, sería mejor que cada bar pudiera cerrar a una hora distinta, así la salida de los clientes se haría de una forma más regulada.

La idea consiste en poder cerrar más tarde para ganar más dinero. Pero cerrar más tarde quiere decir más clientes, por lo que habrá más ruido y más tarde durante la noche.

La policía tiene otros empeños mucho más importantes y tiene razón cuando dice que los residentes deberían aprender a resolver mediante el diálogo los conflictos que puedan surgir con los gerentes de los bares.

No se aplica la justicia por sí misma, que es el trabajo de la policía y para eso pagamos impuestos. Es imposible entablar un diálogo con algunos gerentes de bares, dado que son ellos los que no respetan al vecindario. Finalmente no son las víctimas del ruido las que deben resolver el problema ¿Acaso se insta a las víctimas de los malos conductores a que organice la prevención en las carreteras?

Distracciones

Cuando se elige el centro de la ciudad para vivir, hay que esperarse que haya ruido.

Si se respetase la Ley, si no existieran unos “emprendedores de la vida nocturna” sin modales, sería posible vivir y descansar tranquilos y que a la vez hubiera actividad.

Hay que ver cómo son los residentes: desagradables, gruñones… cuando se dirigen a un gerente de bar para quejarse. No se puede defender una causa siendo tan antipáticos, se pierde la razón.

Se puede ser feo o gruñón y tener razón. No estamos aquí para querernos, sino para poder llegar a convivir juntos.

El exceso de regulación es el responsable de la crisis económica que han padecido los locales, que son el atractivo de las grandes urbes. Estos deberían poder conseguir una licencia para estar abiertos toda la noche, simplemente reduciendo el volumen de la música y cerrando las terrazas pronto.

La crisis económica que afecta a la industria de la noche tiene otros orígenes. El papel de los bares en el atractivo de las grandes urbes es secundario, ya que si hubiera menos bares, habría menos competición.

No podemos poner un policía delante de cada bar. Mejor hacer prevención (que necesita tiempo) que represión.

¿Prevención? Sí, eso necesita tiempo, tanto que aún no ha dado resultados después de años y años. Hacer respetar la Ley, multar en caso de infracción sí que es posible y se hace frecuentemente en otras ciudades. ¿Por qué los gerentes que no se saben comportar pueden sortear el derecho común?

Es incontestable que el transporte en la ciudad hace más ruido que los bares y esto es un verdadero problema para nuestros concejales.

Porque el ruido del transporte está medido y, como tal, reconocido. El día que se mida la molestia sonora de un bar, ésta estará reconocida y se habrá dado un paso adelante.

Como veis, algunos de estos argumentos no son muy aplicables a Jerez, pero la gran mayoría sí. De hecho, seguro que tú mismo has dicho alguna vez lo mismo que lo que se comenta en esas situaciones. En fin, es mejor utilizar el sentido común y pensar un poco antes de lanzar opiniones que luego son tan fácilmente desmontables como es derribado un castillo de naipes por una ráfaga de viento.

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