Estado de sitio

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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Insisto en que la solución no puede ser que a unos vecinos les toque aguantar el peso del problema porque tienen la mala suerte de vivir en la plaza Vargas, por ejemplo, pero habrá que buscar alternativas.

Cuando en este mismo espacio escribí hace semanas sobre el “ZAS en toda la boca” que podría suponer la declaración de Zonas Acústicamente Saturadas a la plaza Vargas o San Pablo, jamás imaginé que el asunto llegaría a este punto y, sobre todo, con tanta celeridad. Lo que no quita que entienda perfectamente a los vecinos que tienen que soportar molestos ruidos a altas horas de la madrugada simplemente porque les ha tocado vivir en la zona de movida. De lo que empiezo a dudar, en cualquier caso, es de la falacia de compaginar el derecho al descanso de los vecinos con el de los jóvenes a la diversión –y el de los empresarios hosteleros a hacer caja- del que tanto se habla.

Ni los estrictos controles policiales por normativa municipal ni las pintadas de “zorra” y otras lindezas a una vecina crítica con la movida parecen augurar un buen término en este conflicto. Una pena, la verdad, porque en pocas zonas de la ciudad funcionaba tan bien el ocio juvenil como en éstas. Habitualmente salgo –salía, aunque el tiempo pasado tiene más que ver con la edad o las ganas que con la declaración de ZAS- y allí te encuentras desde carritos de bebé –estos padres milennials- a veinteañeros, todos con su cubata o su cerveza en plácida armonía. Sin reyertas ni vomitonas ni navajazos. Buen rollito al aire libre. Todo lo contrario de lo que ocurre en otros puntos como el botellódromo del Hontoria, donde la Policía acude también pero para velar por que no se produzcan incidentes como los que todos tenemos en mente.

Insisto en que la solución no puede ser que a unos vecinos les toque aguantar el peso del problema porque tienen la mala suerte de vivir en la plaza Vargas, por ejemplo, pero habrá que buscar alternativas. No me pagan por ello y por tanto no me voy a exprimir la cabeza, pero no creo que ir del nada al todo –ni pasar de los residentes afectados ni hacer un estado de sitio policial- sea el remedio. Ésta debe estar en el punto intermedio del que se ha hablado siempre: sí, la tan cacareada compaginación entre el derecho al descanso de unos y el de la diversión de otros. O no. Quizá haya que ir a los extremos, pero entonces que el discurso no vaya por un lado y las medidas por otro.

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