Un coche ardiendo, tras los disturbios en los Países Bajos. Foto: @mellamonicolas
Un coche ardiendo, tras los disturbios en los Países Bajos. Foto: @mellamonicolas

España no es diferente. A menudo los tópicos conviven entre nosotros y crece entre la población metiéndose en nuestras cabezas como mantras. Tópicos positivos para los otros países, negativos para el nuestro. Muy positivos, sobre todo, para los del Norte de Europa y muy negativos para los del Mediterráneo. Y desde luego España es la que sale peor parada con tópicos falsos alimentados y alentados por los propios españoles.

Luego, según me hablan los amigos extranjeros, quienes pensamos y hablamos mal de España somos los españoles. Que a ellos les parece un país con las virtudes y defectos de todos. Y con garantías de un buen país donde venir y vivir. Que ninguno tiene una sociedad perfecta y política ideal y que en sus países también hay mucho de lo que criticar y mejorar. Es más, me confiesan con asombro que los españoles somos nuestros peores enemigos.

Sí, sí... Se imaginan si en España se hubiera hecho la chapuza de la salida de Reino Unido de la Unión Europea, popularmente conocido como el Brexit... ¿se imaginan? O el asalto al Capitolio, que con tanta mala baba e ignorancia la derecha equiparó con manifestaciones pacificas junto al Congreso convocados por Podemos, cuando ellos mismos habían protagonizado otras similares. ¿Se imaginan si en España unos energúmenos como los de Washington hubieran asaltado el hemiciclo? La España incivilizada. 

Siempre hemos sentido una sensación de inferioridad, de ser diferentes para mal y de valorar más y mejor lo de fuera, y a los de fuera. Solemos tirarnos piedras a nuestro propio tejado. Cuando ocurre algo siempre pensamos qué dirán de nosotros, que pensarán en Europa —como si nosotros no fuéramos Europa—. Allí o allá no pasaría esto o aquello. 

Siempre comparándonos, siempre midiéndonos con el resto porque nos falta seguridad, creer en nosotros mismos y en nuestro país. Hay mucho de bueno en esta España que hieren algunos con falso patriotismo.  Vamos a compararnos, por ejemplo, con los Países Bajos. Disturbios en diferentes puntos de Holanda revelándose por las restricciones que ha tomado el recién nombrado primer ministro. Los participantes convocados por redes fueron a lo bestia tirando fuegos artificiales y piedras a la policía y destruyendo sus coches. Quemaron un centro de pruebas PCR, mobiliario urbano, convocando fiestas con alcohol justo a la hora que entraba la normativa. Restricciones, que por otro lado, los Países Bajos no sufrían desde marzo. 

Un confinamiento que, teniendo en cuenta la escasa vida en la calle —¿tópico?— y lo temprano que cenan, no sé cómo les puede alterar que el toque de queda comience a las 21:00 horas de la noche hasta las 4 y media de la madrugada. En fin, gente violando el toque de queda en vigor, noche dramática con varias jornadas de protestas, policías heridos, 200 detenidos. y una "gran violencia criminal", como la definen sus gobernantes. 

Ya ven en todos los sitios cuecen habas, hasta en los países donde se dice que tienen una gran responsabilidad social y son muy cívicos y muy de todo. Pues eso, que España no es diferente. 

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