El tiempo cambia, nuestra salud lo nota

Más de la mitad de la población se ve afectada por los cambios de tiempo

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Profesor de la EASP. Médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública y Doctor en Medicina por la Universidad Autónoma de Barcelona.

Jóvenes refrescándose en una fuente, en plena ola de calor.
Jóvenes refrescándose en una fuente, en plena ola de calor. JUAN CARLOS TORO

La climatología tiene efectos colaterales en diversos ámbitos de la vida humana, incluido el cuerpo y su funcionamiento. Por ejemplo, es cierto que hay mayor cantidad de infecciones respiratorias en invierno y que en verano se incrementan los casos de deshidratación. Esto que parece obvio, en realidad responde a los cambios de tiempo que modifican el ecosistema. De todas formas, en algunas variables atmosféricas y salud la ciencia está alineada, en otras hay ciertas discrepancias y en alguna otra no hay evidencia científica.

La sensibilidad a los efectos del tiempo es mayor entre las mujeres y los grupos de edad avanzada. En el primer caso, puede entrar en juego un factor hormonal y en el segundo la mayor probabilidad de padecer ciertas patologías y que por lo tanto, sus síntomas puedan empeorar ante los cambios de tiempo. Se estima que entre un 30 y un 60 % por ciento de la población es meteorosensible, algo que afecta especialmente a las mujeres (sobre todo durante la menstruación y la menopausia) y a las personas de edad avanzada.

Se ha demostrado que las respuestas meteorosensibles o meteorotrópicas, tanto en personas sanas como en personas afectadas por cualquier enfermedad, se pueden observar más frecuentemente antes de cambios específicos en el tiempo; en casos extremos, estos pueden sentirse hasta 48 horas antes de que realmente ocurran.

Sentir tristeza y apatía en los días oscuros y lluviosos, o dolor en las articulaciones cuando hace más frío son algunos ejemplos de cómo nos vemos afectados por los cambios meteorológicos. La influencia de los cambios estacionales en el estado de ánimo es un ámbito en el que cada vez hay más evidencia científica. No obstante, también hay todavía mucha investigación por desarrollar. El paradigma de este vínculo entre una situación climática concreta y la salud mental sería el denominado trastorno depresivo mayor con patrón estacional, también denominado trastorno afectivo estacional. Por otra parte, en trastorno bipolar se ha observado que el patrón estacional es especialmente frecuente, pudiendo afectar a una cuarta parte de los pacientes diagnosticados. En ellos se repite la asociación entre aparición de episodios depresivos en otoño-invierno observada en la población general. En la otra cara de la moneda, se ha apreciado una mayor aparición de episodios de manía e hipomanía (euforia excesiva) en primavera-verano.

La luz solar es uno de los factores meteorológicos que más se han relacionado con la enfermedad mental. El vínculo entre temperaturas elevadas y aumento de las hospitalizaciones se extiende a prácticamente todas las enfermedades mentales. La elevación de la temperatura ambiental se asocia especialmente con una mayor presencia de síntomas de ansiedad, estrés, depresión, irritabilidad… Algunos estudios apuntan a que las alteraciones en la termorregulación y en la respuesta neurológica al calor pueden afectar a la salud mental.

Un estudio hecho en Madrid detectó que las olas de calor tenían un efecto negativo en la violencia de género: los feminicidios subieron en un 40% tres días después de su inicio. Se sabe que cada vez existen más evidencias científicas de que la temperatura, la humedad y los cambios de presión atmosférica afectan de forma relevante a los procesos del organismo humano y también pueden afectar, de alguna forma, a las personas que sufren determinadas enfermedades. A mayores temperaturas y más días de sol y menos de lluvia, aumentará el estrés hídrico, se sucederán las olas de calor o afectará a la salud de las personas.

También cada vez se da más importancia a la influencia de determinadas circunstancias como el frío, la lluvia y el cambio en la presión atmosférica sobre las enfermedades reumáticas. Este hecho no es porque sean la causa que las produce, sino como factores que influyen en el agravamiento de los síntomas de algunas de ellas, por ejemplo, el aumento del dolor en enfermedades como el Raynaud, cuadros de dolor miofascial, artrosis y artritis. El dolor en las rodillas ante el cambio de tiempo es un sufrimiento clásico, sobre todo en personas mayores. Si aumenta el frío del ambiente o la humedad, las personas con artrosis y artritis suelen pasarlo peor. Se sabe que es parte de los protocolos reforzar los analgésicos en las épocas invernales, por ejemplo. Se asume que habrá más dolor y que se necesitará un añadido de antiinflamatorios.

El verdadero origen de esta agudización es la presión atmosférica. Se entiende como tal a la fuerza que ejerce el aire sobre un punto de la atmósfera. Esta presión externa afecta la presión interna del cuerpo, incluida la que podría medirse dentro de las articulaciones.

En las articulaciones, el líquido sinovial, que actúa como lubricante de los cartílagos para permitir el movimiento, se vuelve más viscoso, lo que provoca mayor fricción y rigidez y, como consecuencia, más dolor. Además, en enfermos con problemas reumáticos articulares, los receptores de presión de las articulaciones suelen estar alterados, lo que conlleva que estas personas sean más sensibles a los cambios bruscos de la presión atmosférica, lo que también hace aumentar su sensación dolorosa.

La relación entre la depresión, la ansiedad y otros problemas mentales con el clima es cada vez más evidente. El calor, la luz solar y los desastres naturales tienen un impacto tanto directo como indirecto, pero todavía no se conocen suficientemente bien los mecanismos biológicos que explican esta asociación.

En resumen, los factores que influyen en la meteorosensibilidad son:

1. La presión: Las variaciones de presión atmosférica (aumentos o descensos), la humedad relativa o la temperatura podrían influir en la percepción de los síntomas de la artritis. En cuanto a las migrañas, los cambios en la presión atmosférica podrían inducir o agravar este tipo de trastorno neurológico. En cuanto a nuestra salud mental, se han encontrado vínculos entre la presión barométrica y los ingresos hospitalarios internos por manías y alteraciones en el estado de ánimo.

2. El viento: Algunos tipos de viento, pueden producir efectos en nuestro cuerpo y agravar ciertos aspectos de la salud mental, como transtornos afectivos estacionales o, incluso, incrementar el riesgo de suicidio.

3. El calor: El calor puede producir efectos graves en nuestra salud, y esto se puede manifestar como calambres, agotamiento, insolación o hipertermia. También se produce estrés térmico, deshidratación o un empeoramiento de enfermedades cardiovasculares, respiratorias, renales o trastornos electrolíticos. En la salud mental, también puede agravar la irritabilidad, la agresividad y cambios en el estado de ánimo. Varios estudios demuestran que la criminalidad aumenta en episodios de olas de calor.

4. La contaminación: Los investigadores han descubierto que los altos niveles de contaminación del aire pueden dañar las capacidades cognitivas de los niños, aumentar el riesgo de deterioro cognitivo en los adultos, producir más agresividad y posiblemente incluso contribuir a la depresión.

5. El sol: La exposición a la luz solar representa más del 90 % de las necesidades de vitamina D de la mayoría de las personas. La luz solar puede proporcionar un efecto protector significativo para la osteoporosis, las enfermedades cardiovasculares, respiratorias, inflamatorias y la diabetes. La serotonina, por su lado, regula las emociones, el sueño, el apetito, el ritmo cardíaco, la temperatura corporal o el apetito sexual.

6. La luna: No hay evidencias concluyentes entre el ciclo lunar y la salud.

En definitiva, más de la mitad de la población se ve afectada por los cambios de tiempo. Dolores de cabeza, de articulaciones o problemas relacionados con la salud mental son algunos de los más habituales.

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