"La verdadera preparación no es tener respuestas, sino adaptarse a lo inesperado”
La forma en que la Junta abordó públicamente el problema no solo no contuvo el daño, sino que lo amplificó: sembró desconfianza, enfrentó a colectivos de pacientes y deterioró la imagen del sistema sanitario público andaluz.
Un fallo estructural con gestión comunicativa deficiente
El origen del problema se remonta a los fallos en la notificación de mamografías con resultados “posiblemente benignos”.
La Junta reconoció unos 2.000 casos afectados (ampliados a 2.317), aunque asociaciones de pacientes y profesionales apuntan a cifras mayores y a un problema extendido en varias provincias.
El epicentro se situó en el Hospital Virgen del Rocío, pero limitarlo solo a ese centro —como hizo inicialmente la administración— fue en sí otro error: el fallo tenía un alcance estructural, relacionado con la sobrecarga asistencial, la falta de radiólogos y la externalización de servicios.
A ello se sumó un cambio en el sistema informático de seguimiento, que pasó de la Escuela Andaluza de Salud Pública, que lo gestionaba eficazmente, en colaboración con comisiones de profesionales en todos los centros, a una empresa privada, con el consiguiente descontrol de trazabilidad en los avisos a pacientes.
Errores de comunicación que agravaron la crisis
1. Minimizar el problema desde el inicio
La consejera de Salud comenzó hablando de “tres casos puntuales”, cuando la magnitud real afectaba a miles de mujeres.
Esa minimización inicial provocó un daño irreversible a la credibilidad institucional: si el mensaje inicial no es veraz, cualquier comunicación posterior se percibe como defensa política, no como transparencia.
2. Atacar a las asociaciones de pacientes
Uno de los momentos más desafortunados fue el ataque a AMAMA (Asociación de Mujeres con Cáncer de Mama de Sevilla), que había sido la primera en denunciar el problema.
En lugar de escuchar a las afectadas, la Junta trató de deslegitimar su labor. Un error estratégico y ético: en comunicación sanitaria, los pacientes deben ser aliados, no adversarios.
3. Declaraciones falsas del presidente sobre las mamografías hechas en la sanidad privada
El presidente de la Junta, Juanma Moreno, ofreció versiones contradictorias en sede parlamentaria: primero afirmó que “no hay demoras en cáncer”, luego que “ninguna paciente ha tenido que ir a la privada” —cuando se supo que unas 85.000 pruebas anuales se externalizan al sector privado—.
Cada rectificación deterioró aún más la confianza pública y la coherencia del mensaje institucional.
4. Justificar la falta de información por evitar ansiedad
La Junta argumentó que no se avisaba a algunas mujeres para “no generarles ansiedad”.
Este argumento vulnera la Ley de Autonomía del Paciente, que garantiza el derecho a ser informado de cualquier hallazgo clínico. Además, fue percibido como paternalista e insensible.
Nada genera más ansiedad que la falta de información sobre la propia salud.
5. Afirmar que se contactó con todas las afectadas cuando no se saben las cifras exactas
El Gobierno andaluz aseguró públicamente que todas las mujeres afectadas ya habían sido localizadas y contactadas.
Tiempo después se comprobó que no era cierto: muchas pacientes seguían sin haber recibido comunicación alguna del SAS.
En crisis, mentir o exagerar el grado de control es peor que reconocer una dificultad: destruye la confianza.
6. Localizar el fallo solo en el Hospital Virgen del Rocío cuando hay personas afectadas en todas las provincias
Reducir el problema a un único hospital fue otro intento de contención política.
Sin embargo, informes internos y testimonios de profesionales demostraron que los errores afectaban también a otros centros y a la gestión general del programa de cribado en varias provincias.
7. Politizar la situación al buscar el enfrentamiento con la ministra de Hacienda, antigua consejera de Salud y candidata del PSOE de Andalucía a la presidencia de la Junta
El presidente de la Junta y la consejera, junto a algunos diputados del PP en el congreso como Elías Bendodo, acusaron a la ministra María Jesús Montero de “politizar” la situación, mezclando en el discurso del PP, lo que representa el protocolo de cribado poblacional de 2005 con el proceso asistencial de atención a las personas con cáncer de 2011.
Este enfrentamiento institucional desplazó el foco del problema sanitario hacia el conflicto político, percibido como una estrategia de distracción.
8. Mencionar la contratación de “más de 60 radiólogos”, imposible de cumplir
La Junta presumió de haber movilizado a más de 60 radiólogos para revisar las pruebas pendientes.
Pero los sindicatos denunciaron que muchos de esos profesionales ya no estaban en plantilla por no haber sido renovados, lo que volvió a poner en duda la veracidad del relato oficial.
9. El presidente “no sabía nada”: la negación del liderazgo
Finalmente, Moreno Bonilla declaró no tener conocimiento previo del problema.
Una afirmación difícil de sostener en una crisis de esta magnitud. En comunicación institucional, negar conocimiento equivale a negar liderazgo.
Una comunicación que priorizó la imagen sobre la confianza
El patrón fue claro: respuestas defensivas, datos parciales y un discurso más preocupado por el rédito político que por la gestión sanitaria.
En lugar de liderar la comunicación desde la transparencia, la Junta pareció gestionarla como un problema de reputación.
Pero en una crisis de salud pública, la reputación se protege solo con verdad, empatía y rendición de cuentas.
Lecciones para el futuro
1. La transparencia es siempre el mejor antídoto. Decir la verdad desde el principio evita que el relato lo marquen otros.
2. La empatía no es debilidad. Escuchar, pedir perdón y acompañar a las víctimas es una muestra de fortaleza institucional.
3. La información es un derecho, no un favor. Ocultar datos por “evitar ansiedad” es inaceptable en un sistema público de salud.
4. La anticipación evita crisis. No basta con reaccionar: hay que prever los fallos comunicativos antes de que se produzcan.
5. La política partidista debe retirarse de la comunicación sanitaria. Las crisis de salud se gestionan con rigor, no con discursos partidistas.
Conclusión
El caso del cribado de cáncer de mama en Andalucía demuestra que una crisis sanitaria mal comunicada se convierte en una crisis institucional.
Más allá de los fallos técnicos, la verdadera herida es la pérdida de confianza en el sistema.
Y esa confianza solo se recupera con transparencia, empatía y responsabilidad.
Porque cuando se trata de salud, comunicar no es un accesorio: es una herramienta de protección pública.
El silencio, la minimización o la demora no solo agravan el daño reputacional; pueden costar vidas. Y la comunicación, bien entendida, no debería servir para proteger a los gobiernos, sino para cuidar a las personas.
Porque cuando la mentira o la soberbia sustituyen al liderazgo, no solo se daña la imagen de un gobierno: se pone en riesgo la salud de las personas.



