El mar de la costa gaditana, una de las zonas más afectadas en el mapa de la NASA.
El mar de la costa gaditana, una de las zonas más afectadas en el mapa de la NASA.

Escribo mirando al mar.

El mismo mar de la bahía que echaba de menos el poeta Rafael Alberti, cuando lo sacaron del Puerto de Santa María para trasladarse a Madrid con su familia.

"El mar. La mar.


El mar. ¡Solo la mar!


¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad?”


Conocí a Rafael Alberti siendo yo muy jovencita, recién llegada a la Cadena Ser en Cádiz. Él se presentó a la cita ante los Medios de todo el país con su característica blusa de flores, su pelo blanco y largo. Junto al poeta un joven moreno italiano.

Así nos concedió una rueda de prensa o más bien un encuentro informal mirando a su mar. Amable, educado y ciertamente asombrado por despertar tanto interés. ¡Fíjense! Un Alberti y tan humilde.

Nosotros queríamos preguntar, pero él también quería saber.
 Pasado un tiempo tuve la inmensa suerte de entregarle el premio Vaporcito de El Puerto. Entrevistarlo y asistir como invitada a sus cumpleaños, organizados por el Ayuntamiento de El Puerto de Santa María. 
Siempre fue una gran fiesta. Apagaba las velas rodeado de todos los periodistas, que literalmente nos echábamos encima del poeta para recoger algunas palabras que nos sirvieran como titulares. Su segunda esposa, Asunción Mateos, ya compañera inseparable hasta el fin de sus días, le ayudaba sonriente a cortar la tarta.

Rafael Alberti era feliz. Vivía y moriría en su amada Bahía junto a su mar. "Háblame del mar marinero, háblame del mar, háblame... Dime si es verdad lo que dicen de él. Desde mi ventana no puedo yo verlo, desde mi ventana el mar no se ve".

Sí, todo este mar infinito que tengo enfrente y se mueve con el poniente, me lleva a esos rincones del pasado. Deben ser los vientos los que me traen estos recuerdos, con la nostalgia de una juventud donde trabajábamos periodistas de izquierdas y de derechas sin crispación. Donde la cultura era necesaria y compartida con escritores y políticos, que llegados del exilio vivían en armonía con sus ideas, pensamientos y creencias. Convencidos desde su inagotable experiencia, que no somos un pensamiento único. Que la convivencia con respeto, al contrario, es posible.

Comprendieron que nada bueno se puede construir sobre el odio y la ira constante que solo genera hostilidad.

Donde los bulos y las falacias más crueles, sin filtro alguno, arrastra a la gente hacia una convivencia irrespirable.

Esto entretiene, distrae de lo verdaderamente esencial: la salud. La  falta de medios económicos para un elevado porcentaje de la población española. 

Qué pasará con el Covid19, se encontrará la vacuna, habrá para todos.

La reconstrucción del país con una Industria. Sanidad y Educación fuerte que levante y sostenga al país para este difícil presente y el futuro incierto.

Cómo sostener el Sistema y que los más desfavorecidos no sigan pagando las consecuencias. Consecuencias de una pandemia que nos saca el otro YO. El más bueno, el peor o el como siempre.

Así lo veo estos días de mar donde el verano está por llegar y una primavera se debate entre sol y sombras.

Para seguir viviendo como queremos es imprescindible no olvidar lo que ha ocurrido. Hemos salido de nuestro encierro a juntarnos en la calle, los cafés, museos, cines, en las barras, librerías, playa, chiringuitos... Ahora millones de personas volvemos, inevitablemente, a convivir muy cerca unos de otros, pero el virus se sigue interponiendo entre nosotros. Lo recuerdan y repiten, hasta con cierto y comprensible enfado, tanto el ministro de Sanidad como el doctor Simón. Esto para quienes se lanzan con sus copas por fiestas y botellones de manera tan insensata que olvidan de un plumazo lo pasado. Dicen los psicólogos que son los jóvenes de entre 14 y 30 años los que más han sufrido este confinamiento por ser de grupos y vivir mucho la calle. Ya, y también los niños, los ancianos que no podían dar sus necesarios paseos y, en algunos casos, ha habido negligencia con ellos.

Los sanitarios y también los que en ningún momento pudieron dejar de trabajar y estuvieron expuesto al virus, mientras los demás estábamos tranquilos en casa.

En fin, responsabilidad  y como dijo el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, "aprender del pasado para tener un mejor porvenir". 

Sería deseable, también, que el pensar diferente no se convierta en odio y separe amigos, a familias o divida a una sociedad que necesita la unidad para levantar el país después de una pandemia mundial. 

El virus es el único culpable, ese debería ser nuestro enemigo a batir. Ya sé que estoy pidiendo mucho y las cosas no van por ahí, pero...

El mar parece infinito y su horizonte no acaba en la raya que divide el cielo de  aguas ahora turquesas.

“En sueños la marejada me tira del corazón. Se lo quisiera llevar...".

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