El corazón como símbolo del amor.
El corazón como símbolo del amor.

Que si voy a celebrar San Valentín, me preguntan. La verdad es que me pierdo en la teoría. Yo de santos cada vez quiero saber menos, y me resulta mucho más agradable el nombre Valentina que el nombre Valentín. Ese "ín" del final, qué malo es para los nombres masculinos. Martín, Fermín, Serafín, Bertín, Agustín, Joaquín, Valentín..., parece insinuar que la tienen muy pequeña. Es como el nombre Pablo, que así de primeras no, pero de segundas significa pequeño y suena a párvulo, nada menos. Será por ser escritora, pero qué importantes son los nombres... Valentín, además, es irónico: suena a ser valiente, pero sólo un poquito. Le viene que ni pintado a la fiesta del amor. El amor de moda. El amor socio y cooperante. Ya no sirve el cómplice o el bandido, pues suena demasiado criminal, o tóxico, o qué sé yo... Lo romántico y apasionado está mal visto, apedreado a mala publicidad. Por cursi y por primitivo, por dañino, por no estar en absoluto a la altura de esta era moderna.

Yo pienso que, en realidad, el problema es que la enfrenta. Rompe esquemas, y estamos en una sociedad competitiva y de proyecciones en equipo. No nos lo podemos permitir, es egoísta y nada práctico. Queda descartado, y no hay discusión.

Mata más amores la culpa que la monotonía. En este mundo que tacha de políticamente incorrectas la pasión, la irracionalidad, la incondicionalidad, el arrebato, la ceguera y la entrega, quedan pocos poetas y piratas. Después todos se dicen rebeldes y revolucionarios. Será broma… Todo tiene condena moral, nadie valora la experiencia vital e irreemplazable de hacer caso a las entrañas. Un poeta se desgarra por amor y llega una ministra a decirle que el amor de verdad no duele... ¡Qué coño hay que tener! Qué triste es confundir algo tan básico. Para rechazar de pleno la violencia, el machismo, el abuso…, ¿hay que prostituir la palabra “amor”? Digan que esa mierda no es amor, no que el amor no duele. Asco de hipocresía y corrección política. El amor, correspondido y sano, duele en cuanto sufrimos por el bien del otro o por su mera ausencia, es signo de humanidad, igual que nos arranca una sonrisa en cuanto vemos al otro sonreír. Si no es correspondido, por más sano y bello, duele de verdad y no es por eso mentira o pérdida de tiempo, y no por eso es violencia o abuso. ¿Se creen que al quejío flamenco lo llaman así por nada? Paletos faltos de sangre, máquinas de pura rutina, razón y contención. Mediocres clonados en serie en busca de aplausos y medallas. Si así fuera, adiós a la poesía, la música y lo poco que merece la pena en esta vida, que es gritarle al mundo que el quince de febrero amaré más que el catorce y menos que el dieciséis. Para usted, señora ministra, su costumbre acostumbrada que no duda de sí misma por amor, su corazón libre de ataduras y sus nulos escalofríos. Adiós a Lorca, a Lope y a Bécquer. Un pirata que respeta las leyes no pasa de marinero; el barco hipotecado, la vida en tierra y el amor como en el convento, recatado hasta la frigidez; follar como animales quizás una vez al mes. ¿Qué fue de la vida y del sueño? Ay, mísero de ti. Ay, infelice...

Valentín, hoy en día, es más bien cobarde. Siento mucho decirlo, esa es la jodida verdad. Por eso me desmarco siempre que puedo y amo a destiempo, cada día de mi vida, te lo diga o no, que me da pánico aburrirte. Valentín no sabe lo que es recordar esos ojos con cada despertar, noche tras noche al ir a descansar, no sabría qué hacer con las sonrisas que no comparto en tu boca y las palabras que no derramo en tus oídos. ¿Qué va a saber ese Valentín, si es un vendido a la comodidad?, al atado y bien atado.

No me extraña que se cuele en tiempos de carnaval… Disfraces, máscaras, sarcasmos y desvergüenzas no bastan para disimular a un cobarde acomplejado que proclama falsas las pasiones porque ve su propia insípida pequeñez. ¿Qué sabores conoces de la vida, si la tomas en suero y a cuentagotas?, cuidándote de que no se desborde, que no te intoxique eso que no puedes controlar.

Mi reino por un valiente que sepa verse y saberse. Verse más feliz un día que el resto, saberse más triste todos los días excepto aquel, la causa, el precio y que todos nos vamos a morir. Dicen que la libertad sólo se comprueba cuando uno se enamora de verdad y que un hombre rico es el que puede decir “no” con tranquilidad. Yo sé que soy pobre como las ratas, porque siempre ando contando mi caudal, esos pocos momentos, segundos, palabras sueltas. Me dices diosa, pero no habrás visto diosa más hambrienta. Por lo menos sé que en mi miseria, aun dolorosa, no hay un ápice de mentira. Celebre San Valentín quien pueda decir lo mismo.

También he oído que quien más proclama su libertad, más evidencia su celda… ¿A qué tanta hipótesis? Es mucho más sencillo que eso. Los ojos, chico, nunca mienten.

Un día al año no me basta. A nadie que lo celebre de verdad debería bastarle.

Y ahora, si me disculpan, tengo mucho que escribir, que mi maestro cumple años en tres días, y eso sí quiero celebrarlo.

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