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El próximo 5 de agosto Río de Janeiro se convertirá en el centro de todas las miradas.

El próximo 5 de agosto Río de Janeiro se convertirá en el centro de todas las miradas. Ese día 12.000 deportistas se juntarán en Brasil para celebrar el gran acontecimiento deportivo del planeta: los Juegos Olímpicos. Sin embargo, ese día, miles de brasileños no podrán asistir a este evento que pretende ser el símbolo de la unidad de los pueblos. Ese día miles de brasileños, jóvenes negros de las favelas en su mayoría, no estarán allí porque habrán muerto a manos de la policía.

En Río de Janeiro las muertes a manos de la policía son moneda corriente. Según Amnistía Internacional, solo entre 2006 y 2015 murieron unas 8.000 personas como consecuencia de operaciones policiales; de ellas, más de 4.500 en la capital. Es un triste récord, pero lo más triste es quizás que, aunque entre 2007 y 2013 el número de víctimas descendió, las grandes celebraciones deportivas organizadas en Brasil han disparado de nuevo las cifras. Con la celebración del Mundial de Fútbol en 2014 el número de homicidios como consecuencia de la intervención policial aumentó en un 39,4 % y, desde entonces, Río de Janeiro sigue batiendo sus propios records. Con un aumento de 11,2 % en 2015 con respecto a 2014 una de cada 5 homicidios de ese año fue un homicidio a manos de la policía. Y en este año olímpico de 2016  más de 100 personas, la mayoría varones negros jóvenes, han muerto ya durante las operaciones policiales.

Brasil tiene que apostar definitivamente por la formación de su policía para convertirla en una policía que garantice la seguridad de los ciudadanos, y no en uno de los culpables del aumento de la inseguridad ciudadana. Sin embargo, parece que no está siendo así. En esta situación, en estos días previos al inicio de los Juegos Olímpicos, el gobernador de Río de Janeiro ha emitido un decreto que autoriza recortes y que puede suponer recortar en servicios básicos para la población y en formación para las fuerzas de seguridad que se desplegarán en las favelas. “La decisión de recortar en servicios sociales y seguridad en vísperas de las Olimpiadas de Río resulta no sólo sorprendente, sino también increíblemente inquietante, especialmente teniendo en cuenta el pésimo historial de Río en lo que se refiere a homicidios y muertes a manos de la policía”, ha manifestado Atila Roque, director de Amnistía Internacional Brasil, para quien ahora no es el momento de recortar en seguridad, sino de invertir más y mejor para garantizar que las fuerzas de seguridad tengan la formación adecuada para prevenir las violaciones de derechos humanos a los que están acostumbrados en Brasil.

Al mismo tiempo crece la persecución de las protestas y de quienes defienden los derechos de los cariocas. Efectivamente, tampoco está siendo fácil para los defensores y defensoras de los derechos humanos que desempeñan un papel clave en la protección de estos derechos en las favelas. Estos hombres y mujeres que denuncian abusos policiales y ejecuciones extrajudiciales, han sido hostigados, intimidados y amenazados por policías en más de una ocasión, con el único fin de impedir que denuncien violaciones de derechos humanos. En las últimas dos semanas de abril y la primera de mayo de 2016, agentes del 41º Batallón de la Policía Militar amenazaron a líderes comunitarios locales y a defensores y defensoras de los derechos humanos que han denunciado homicidios y abusos cometidos por la policía en la favela de Acari. Los policías militares le dijeron a una defensora de los derechos humanos de Acari que dejara de dar información a “esta gente de derechos humanos” y a otro que supiera que en la siguiente operación que iban a efectuar, los policías “no iban a ser amables e irían tras ellos”. Una vez más, la reacción ante la denuncia no es la búsqueda de la solución sino la persecución de quien denuncia.

Las autoridades deportivas internacionales deben urgentemente introducir los derechos humanos en sus agendas. El deporte debería buscar el acercamiento y el conocimiento entre los pueblos y las personas, servir para enriquecernos con su valoración del esfuerzo y el trabajo bien hecho y por eso mismo, las posibilidades de negocio, de creación de grandes infraestructuras, no deberían estar nunca por encima de las posibilidades de conocimiento mutuo o la mejora de los derechos de toda la población. La realidad, tozuda, nos demuestra sin embargo que no siempre es así. Eventos como los próximos Juegos Olímpicos o el Mundial de Fútbol de Qatar arrojan muchas dudas sobre el respeto a los derechos humanos alrededor de ellos.


Juan Francisco Villar Caño, coordinador del equipo de MMCC de AI Andalucía.
 

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