Rubiales, a estas horas, tal vez se haya ido por las cañerías. O no. Ya se sabe que lo más difícil en un crimen consiste en deshacerse del cadáver. Esto puede aplicarse también a Feijóo, un difunto político al que ya le queda poco para que los picapedreros de su partido lo manden de vuelta a Galicia.
Sin embargo, ahora el cadáver más incómodo es el de Rubiales. Hasta que se lo trague la ignominia y ya solo sea un vago recuerdo escrito con la caligrafía marrón del esperpento de este país.
Esas letras con las que está escrito el ‘Si me queréis, irse’, la biografía de ‘El Pequeño Nicolás’ o el milagrerismo de ‘el Palmar de Troya’. Si crees que en España algo no puede superarse, solo tienes que esperar. Es cuestión de tiempo.
Mira el numerito de la madre de Rubiales, que se encierra en la iglesia de su pueblo y se declara en huelga de hambre. ¿No es poner el mingo? ¿No parece un guion de Berlanga y Azcona? Con una iglesia de por medio, como siempre.
Es que tras ganar un Campeonato Mundial de fútbol, las deportistas españolas habían ganado mucho más, algo más alto que una medalla o una copa.
Habían apagado los fervores machistas, como de los años cuarenta, en los que sigue anclado el “furbo”. Habían conseguido invertir un sistema en el que el “furbo” patrio sirvió para tapar otras vergüenzas del régimen, el régimen que fuera.
Estas chicas habían conseguido con su copa abrir un camino de prestigio. De dignidad un camino desbrozado contra viento y marea. Pero, fíjate por dónde, de lo que se está hablando es de la huelga de hambre de la madre de Rubiales encerrada en una iglesia, del párroco, de Tele 5, de la prensa del corazón y la placenta.
Este episodio tan celtibérico ha llamado la atención de la prensa europea, que se lo está pasando en grande.
Del campeonato obtenido se habla poco, muy poco.
¿Cuándo dices que cae el meteorito?
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