Artículo de opinión escrito por Pepe Pettenghi, titulado 'Relojes y cañas'. Bola de Navidad de Jerez.
Artículo de opinión escrito por Pepe Pettenghi, titulado 'Relojes y cañas'. Bola de Navidad de Jerez. MANU GARCÍA

Hojeo una revista de esas de regalos navideños y veo la publicidad de un reloj que al parecer sólo atrasa un segundo cada diez millones de años. Y me pregunto, ¿quién quiere algo así? ¿Quién va a comprobar dentro de diez millones de años -cuando las máquinas ya piensen por nosotros- si el reloj se atrasó un segundo? ¿Cómo la gente se gasta la pasta en cosas así? Paso la página y ¡otro reloj! También carísimo. Y puede sumergirse a 200 metros. ¿Y quién a 200 metros, en las tinieblas de la profundidad bentónica, precisa mirar el reloj para ver si son ya las dos y los niños han salido del cole?

Lujo para patanes. La voracidad del consumismo nos devuelve una hiperrealidad falsificada al estilo de un episodio de Black Mirror. Frivolizándolo todo para que nos traguemos el mensaje prendido en un anzuelo de oro.

En este mundo hiperreal, que el capital ha ludificado, todo se compra y se vende: todo por un clic. El cliquismo nos convierte en meras aplicaciones. Ese mundo es a la vida real lo que el McDonald’s es al puchero de tu abuela.

Pero así nos quieren, consumidores narcotizados sin pensamiento crítico: "No pienses, no elijas, yo elijo por ti". Y además nos ponen luces para que el producto cuele mejor y no sepamos hasta dónde llegan nuestros derechos, que ignoremos que se puede luchar y que incluso olvidemos que somos seres humanos.

Para ello es necesaria la complicidad de políticos capaces de vaciar de contenido palabras sagradas como "libertad" y dejarla en la opción de tomarse una caña. O que felicita la Navidad, en plena pandemia, desde la barra de un bar en lugar de hacerlo desde la UCI de un hospital público. O que al decir ‘libertad de elección’, quiere decir privatización. Y el apoyo de cierta prensa, capaz de retorcer un titular hasta que sugiera lo contrario de lo que dice la noticia en sí.

En fin, los truquitos que tiene la mercadotecnia de la nueva derecha, que sigue siendo el mismo carcamal codicioso de siempre.

Pero hay esperanza, es posible otro mundo, otra forma de hacer las cosas. El adversario parece fuerte y finge ser imbatible, pero también pasa miedo y en el fondo no tiene más patria que su bolsillo.

 

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