Gatopardismo ultra

Ni siquiera necesitan un analgésico para sus dolores de conciencia, porque un facha hoy es un ser desacomplejado

JOSE PETTENGHI ARTICULO

Biólogo y profesor.

Gatopardismo ultra. La falangista Isabel Peralta, en una imagen de archivo.
Gatopardismo ultra. La falangista Isabel Peralta, en una imagen de archivo.

Ser facha ya no es lo que era. Ya no llevan bigotito de gobernador civil ni guardan una camisa azul. Sus jóvenes cachorros tampoco, no tienen necesidad de vender en la calle pulseritas con la bandera del pollo. Ya son, qué te digo yo, consejeros de presidencia de la Junta de Andalucía.

Ni siquiera necesitan un analgésico para sus dolores de conciencia, porque un facha hoy es un ser desacomplejado. No les es preciso alabar a Franco, porque les resulta suficiente manejar tres o cuatro frases locas para exhibir su negacionismo, por ejemplo, de la violencia de género. O calificar de ‘tradición’ que se llame putas y conejas a compañeras de estudios.

Un fachilla de hoy no necesita saber nada de Mussolini, para defender algo tan bochornoso y ultrarreaccionario como Bolsonaro: les basta con decir que su oponente es un rojo y pasó por la cárcel.

Pero no solo los cachorros de los pijos de derechas están chapoteando en esa charca neofacha, es algo que está ocurriendo en la sociedad entera. Algo preocupante. Chicos y chicas de familias donde se respira un ambiente democrático y de respeto, dicen ahora que ‘Ser de Vox es guay’.

Y añaden que los impuestos son un robo y están encantados en una sociedad desigual e injusta: ‘¿Qué prefieres, esto o Greta Thunberg?’ Te sueltan.

Es la obra maestra del gatopardismo de las clases dominantes, que han pasado, sin que nada ocurra alrededor, del puritanismo nacional-catolicista a actitudes inquietantes acerca de la sacralización de las leyes del mercado y el poder absoluto del dinero. Así, la convivencia democrática y los valores humanistas comienzan a verse como un mueble apolillado y una moralina rancia. Si no, cómo es posible que se oiga una canción con un estribillo netamente racista (‘Da igual, son de Senegal’) en la concentración facha de estos días atrás sin que pase nada.

Ser facha ya no es lo que era. Lo que fue un desperdicio de la Historia regresa con otro ropaje, con una nueva escenografía.

¿Que exagero? Solo hay que ver —tapándose la nariz— lo que dicen sus medios afines que, por cierto, son la mayoría.

Y es que para saber cómo es la gente solo hay que rebuscar en su basura.

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