Carta desde Jerez

Y mientras nos prometen el oro y el moro, nos dejamos maltratar con una sonrisa triste. Ay, Cádiz, qué podría salir peor

JOSE PETTENGHI ARTICULO

Biólogo y profesor.

El bailaor Eduardo Guerrero, durante la presentación de Cádiz en Fitur.
El bailaor Eduardo Guerrero, durante la presentación de Cádiz en Fitur. JUAN CARLOS TORO

Se ha instalado entre nosotros, gaditanos y gaditanas, una especie de dejadez anímica, un sopor de moral degradada que empieza a dar canguelo. Vemos la realidad como telón de fondo ante el que sucede la vida real. Algo así como lo de Platón, pero en versión gadita.

Hace unos meses nos escribieron una carta desde Jerez que decía: "Como no tenéis un candidato en condiciones, ahí lleváis uno, Bruno. Un candidato como Dios manda", dijeron. "Bueno, pues mejor Bruno que ninguno", dijimos.

¿Conformismo gaditano? Nospérate.

Y aquí estamos, sentados en la taza del WC, homenajeando in articulo mortis a nuestra ciudad. Oyendo discursos que bien podrían escucharse en un depósito de cadáveres a medianoche, y gestionando la ciudad con el mismo entusiasmo que quien manipula una rata muerta.

La carta, dirigida a la ciudadanía gaditana y demás invertebrados, incluía diversas sugerencias: para empezar, prohibido decir que Bruno es jerezano y vive en Jerez. Y si se dice, se añade que Rotterdam queda más lejos. Después, no pronunciar esa palabra de siete letras delante de la concejala de Cultura. ¿Qué palabra es esa? Qué palabra va a ser: cultura. Otra cuestión: es muy importante que las instituciones que no tienen mucho que hacer, se dediquen a conceder premios. El desparrame de premios resulta muy provechoso. También hay que destacar que desdecirse no es engañar al personal, sino una forma de pensamiento evolutivo: no habrá ecotasa turística, habrá ecotasa turística. ¿Pasa algo?

Es importante también cultivar la geriatría, una ciencia portentosa. A todos los niveles, el de las personas, por la cuenta electoral que trae, así como la geriatría material aplicada a la Historia: tres mil años —mes arriba, mes abajo— es lo que tiene la flota de buses urbanos. Un poné.

Crear un ayer a medida que sirva de coartada a las insensateces de hoy. Para ello es preciso la colaboración de una prensa comprada. Y si ya está comprada, darle más y más para engrasar su vasallaje cagón y sus trolas interesadas. Y por último, pero no menos esencial, es tener muy en cuenta que la Iglesia —y sus tentáculos— es socia de honor del negocio. Comprenderla, mimarla y darle gusto es fundamental.

Y mientras nos prometen el oro y el moro, nos dejamos maltratar con una sonrisa triste.

Ay, Cádiz, qué podría salir peor.

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