Desde que se tuvo conocimiento de la nueva ley de libertad sexual que preparaba el gobierno comenzó una fuerte campaña de oposición por un sector del feminismo, en los medios y fundamentalmente en las redes sociales, por entender que el proyecto de ley supone un peligro para los logros que en materia de igualdad se han conseguido, y un intento de borrado de la mujer como sujeto del feminismo.
Dicen quienes critican la ley, que las mujeres trans son hombres con barba vestidos de mujer, o señores con pene disfrazados, que la ley lo que posibilitará es que las mujeres trans obtengan ventajas en las competiciones deportivas, ingresen en los módulos penitenciarios de mujeres para cometer violaciones y abusos, o que la T de transexual, se coma la L lesbiana la B de Bisexual, y la G de Gay. Demostrando con estos argumentos su escasa empatía con las personas que integran este colectivo, y con la juventud que quizás en esta ley vea una puerta abierta al reconocimiento legal de su realidad.
Realidad, que se ha encargado de demostrar, que ninguno de los temores anunciados ha sucedido, pues desde el año 2006 en España se aplica una instrucción de Instituciones Penitenciarias a la que pueden acogerse las personas trans que deseen cambiar de módulo, y desde 2012, tenemos leyes autonómicas de igual o similar contenido, actualmente en catorce comunidades.
Creo que la identidad no puede basarse solo en cuestiones biológicas, y que al igual que el color de la piel no constituye la identidad, sino solo un aspecto de la fisiología de las personas, nuestros genitales no deben ser los factores que determinen la identidad de ser mujer u hombre.
La identidad se construye desde lo personal, los sentimientos, y los proyectos de vida. No se trata de cuestionar la existencia de mujeres y hombres sino de redefinir sus conceptos ampliándolos para que quepamos todas, todos, y todes.
Otra parte muy importante del feminismo, sin embargo, entiende y apoya el derecho de las personas trans a la libre autodeterminación de género, el feminismo más joven y revolucionario, el más vinculado a la realidad, el que pisa los suelos pegajosos y no ve los techos de cristal, el que logró movilizar y sorprender al mundo con su huelga feminista del 8 de marzo de 2018. Ese que sabe que la mayor de las injusticias y desigualdades que se puede cometer con una persona es la pobreza y la exclusión social, y que solo desde esa realidad es posible entender la lucha.
Pero lo más doloroso de todo este interesado conflicto por detentar el poder del movimiento feminista, es qué en el centro de este, están las personas trans, a las que estos planteamientos están negando sus derechos más básicos, como el de decidir sobre su identidad. Esta ley por fin se los reconocerá.
Los hombres por la igualdad tenemos la obligación y el derecho de posicionarnos públicamente, aunque ello conlleve riesgos e incomprensiones.
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