El Zambódromo

Nací en Madrid, en 1965, aunque llevo exactamente media vida viviendo en Jerez. Soy licenciado en CC de la Información (Periodismo) por la Universidad Complutense. He sido jefe de la sección local del Diario de Jerez y también he trabajado en Información Jerez y el Diario Ya (época de Antena 3). He colaborado con El Mundo, Economía y Empresas, Notodo… Soy socio fundador y colaborador habitual de lavozdelsur.es. Últimamente he publicado el libro ‘Sherry & Brandy 2.0’ y he redactado el guion del documental sobre el vino de Jerez ‘Sherryland’. Todo esto ha hecho que me vaya haciendo una idea aproximada de las cosas… 

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En el recorrido, es posible que tanto el turista despistado como el ‘zambombero’ profesional se encuentren una Zambomba… o no, porque en el Zambódromo no siempre hay Zambombas.

El Zambódromo tiene un recorrido perfectamente definido, aunque no viene en ninguna de las múltiples guías que hay sobre el flamante Bien de Interés Cultural (BIC) jerezano. El Zambódromo va de Cristina a San Pablo (o viceversa) y lo hace siseando por Tornería, Clavo, Plateros, Asunción, Yerba, Consistorio, Arenal y Caballeros.

En el recorrido, es posible que tanto el turista despistado como el ‘zambombero’ profesional se encuentren una Zambomba… o no, porque en el Zambódromo no siempre hay Zambombas. De hecho, las Zambombas más cotizadas, las de las peñas flamencas y las hermandades, no están en el Zambódromo, ni siquiera en sus aledaños. No encontrar una Zambomba en el Zambódromo no resulta en absoluto frustrante ya que hay mucha gente que sale a las Zambombas pero que, de hecho, no se plantea ir a una Zambomba -se pasa frío, se bebe y se come ‘raro’, se cantan canciones incomprensibles sobre marineros o se emiten sonidos que nos retrotraen a la infancia, como ‘güi’ ‘güi’ ‘güi’…-, otra cosa es que se encuentre con alguna Zambomba improvisada (a los postres de una comida de amigos o compañeros de trabajo) y decida sumarse, siempre bajo su responsabilidad. Aquí hay que tener cuidado, porque a veces se corre el peligro de que en lugar de Zambomba sea una ‘zambombá’, que existir existen, vaya si existen, no están solo en el imaginario colectivo de la dicción del madrileño enteradillo.

El Zambódromo acoge auténticas multitudes. En su trazado, tanto el turista como el ‘zambombero’ profesional aprovechan las terrazas de los distintos bares para ver y que te vean. El frío, por duro que sea, parece no existir. Afortunadamente es imposible despistarse en el Zambódromo: además, la gente en seguida intuye que corre grave peligro si se adentra en alguna de las bocacalles de su recorrido. Allí puede encontrar vendedores de todo tipo, desde salchichas a sustancias tóxicas (ilegales, se entiende) además de pisar un territorio informe que podría definirse como ‘de pis y pota’, así que no conviene frecuentarlo salvo causa debidamente justificada.

En fin, asistimos a la puesta de largo del Zambódromo. Cabe suponer que, como auténtico paseo del BIC jerezano, en próximas Navidades estará debidamente señalizado, con puntos preferentes (como los que han puesto a fin de recomendar ‘selfies’) para realizar Zambombas, ‘zambombás’, ver y que te vean y, por supuesto, donde realizar compras o evacuaciones…