Bienvenidos a Xemina

Al turismo de calidad solo se le atrae ofreciéndole calidad, que es lo que están consiguiendo en Jimena, avisados y escarmentados por los estragos del turismo de masas.

Vista del castillo de Jimena de la Frontera, finalista para convertirse en Pueblo Ferrero Rocher 2020.
Vista del castillo de Jimena de la Frontera, finalista para convertirse en Pueblo Ferrero Rocher 2020.

Xemina —o Shemina, que también hay quien lo escribe así— es el nombre originario —árabe— de la actual Jimena de la Frontera. El pueblo se extiende por la falda oriental de un escarpado peñasco cercado por el río Hozgarganta —el cerro de San Cristóbal—, sobre el que los musulmanes edificaron una fortaleza o castillo del que aún se conservan mucho más que ruinas. De hecho se trata de uno de los castillos más interesantes de la provincia y de toda la franja de tierra que durante siglos fue frontera entre moros y cristianos. Merece una visita.

Lo abrupto del terreno hace que las cuestas de Jimena sean proverbiales, hasta el punto de que en algunos pueblos vecinos —y por tanto rivales— la gente dice con cierta malicia que “las de Jimena arrastran el culo por la arena”, en alusión a un supuesto hiperdesarrollo de sus músculos glúteos, consecuencia de tanto subir y bajar cuestas empinadísimas. De lo empinado de las cuestas doy fe, pero no así del supuesto hiperdesarrollo de aquella parte del cuerpo “donde la espalda pierde su honesto nombre”, ya que al menos a primera vista, sin haber querido entrar en análisis detallado, no he encontrado diferencias notables entre los traseros de las jimenatas y los de las señoras y señoritas de cualquier otra población. En cualquier caso no he ido yo a Jimena a mirar traseros femeninos, ocupación siempre placentera para la que no hace falta salir de Jerez, ni muchísimo menos. Pero retomemos la vereda, que me parece que me estoy metiendo por terrenos algo resbaladizos...

Precisamente entre los habitantes de Jimena abunda el tipo esbelto anglosajón, de piel y ojos claros, consecuencia tal vez de la proximidad de Gibraltar y de la Costa del Sol, y del hecho de estar Jimena enclavada en pleno “camino inglés”, que es como llaman al que va desde Gibraltar a Ronda, y que pasa también por Gaucín, otro pueblo precioso donde la presencia extranjera es muy notable. Sea lo que fuere, el caso es que son muchos los extranjeros que han sucumbido a los encantos naturales y arquitectónicos de Jimena, así como al carácter abierto y afable de sus gentes, y han establecido allí su residencia.

En honor de este sector de la población de origen extranjero hay que destacar su amor por la arquitectura tradicional serrana, lo que les ha llevado a realizar rehabilitaciones de viviendas muy cuidadas y con muy buen gusto, respetando y destacando siempre los elementos arquitectónicos más característicos. Un buen gusto que ha debido venir a reforzar el de los propios jimenatos, celosos guardianes y refinados cultivadores de sus tradiciones estéticas, tal y como puede comprobarse con solo pasear por las calles de este precioso y cuidado pueblo blanco.

Fruto de la presencia extranjera son también los fantásticos conciertos de música clásica que la asociación cultural Coda —presidida por un ciudadano de origen holandés— organiza cada año en el “marco incomparable” —que diría el inefable Pepe Marín— del claustro del convento de Nuestra Señora Reina de los Ángeles. Precisamente hace unos días tuvo lugar la V edición de este Festival Coda de Música Clásica, con las actuaciones del Coro de Cámara Convocati de Utrecht, el quinteto de cuerdas de Michael Thomas and Friends, y el Coro Internacional del V Festival, formado por casi medio centenar de cantores de diversas nacionalidades -con destacadísimos solistas- que interpretaron, entre los limoneros del claustro, la deliciosa Petite Messe Solennelle, de G. Rossini. Entre el público, que llenó el local, predominaban ciudadanos de los más diversos países europeos, muchos de ellos llegados ex profeso de diversas localidades de la costa malagueña, contribuyendo su presencia a reforzar el aire cosmopolita que se respira en este pequeño pueblo serrano.

Sirvan estas pinceladas para poner de relieve la influencia positiva que sobre cualquier población puede ejercer el turismo cuando es de calidad, que no es el que tiene más dinero para gastar sino el que busca entretenimientos más refinados. Pero al turismo de calidad solo se le atrae ofreciéndole calidad, que es lo que están consiguiendo en Jimena, avisados y escarmentados tal vez por los estragos que el turismo de masas ha ocasionado, y sigue ocasionando, en localidades costeras próximas.

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