El movimiento 15M nos congregó en las calles y visibilizó la indignación, la rabia y la impotencia de una ciudadanía sacudida por la desesperanza, pero también nos enseñó a volver a juntarnos en las plazas, a mirarnos a la cara, a sentir lo que significa venir de los mismos barrios.
Los acontecimientos se suceden uno tras otro, a veces demasiado rápido. El movimiento 15M nos congregó en las calles y visibilizó la indignación, la rabia y la impotencia de una ciudadanía sacudida por la desesperanza, pero también nos enseñó a volver a juntarnos en las plazas, a mirarnos a la cara, a sentir lo que significa venir de los mismos barrios.
La felicidad era palpable y, como ya se sabe, nada mejor para destruir las experiencias positivas que exigir lógica o coherencia. Ahí vinieron las preguntas, sobre todo la temida, "sí, bueno, ¿pero vosotros qué quéreis?" No estábamos preparados para esa pregunta. En cualquier caso no se sabía si había una respuesta, y de alguna forma u otra este preguntar incansable fue una de las razones por las que el movimiento acabó decayendo.
Meses después, al reflexionar sobre aquello, solía decirme a mí mismo que no había ninguna utilidad práctica para el 15M ni tenía que haberla, que un movimiento se puede y debe sostener porque sí, porque así lo queremos, sin concreciones ni pragmatismos.
Hoy pienso diferente y realmente creo que el 15M tenía una utilidad: enseñarnos a canalizar nuestra rabia. A todo hay que aprender en esta vida y no es raro por tanto que no estuviésemos preparados para darle una utilidad práctica a nuestro odio. Un primer paso, y esto lo consiguió el 15M espectacularmente, era mostrarlo, mostrar la rabia y la indignación desde la elegancia. Una rabia unificadora que tuvo que hacer temblar a más de uno de los poderosos.
Luego vinieron ciertas voces que, intencionadamente o no, pervirtieron un poco el proceso, al afirmar que "nada de violencia, nosotros no somos como ellos". Evidentemente no se trataba de estar a favor de la ira desatada, pero a mi modo de ver no hizo bien esa especie de muestra de superioridad moral, "nosotros a diferencia de ellos somos pacifistas". Más bien creo que estábamos ejercitando nuestra rabia, canalizándola con sabiduría y creando unos mecanismos realmente subversivos y revolucionarios.
Luego vinieron partidos como Podemos que se apropiaron de cierto continuismo de la dinámica del 15M e institucionalizaron la rabia. En cierta manera, y esto se puede comprobar, ya no hay tanto derecho a estar furioso como antes. Hemos retrocedido y ya no solo no estamos aprendiendo a tratar con la ira, sino que directamente no la podemos sentir.
Ahora ya no estamos juntos, ahora hemos asumido que el 15M fue algo del pasado y que además evolucionó hacia un partido político, ahora la rabia y el enfado se han transformado en insomnios por la noche, más cervezas de la cuenta en el bar, esperanzas –fundadas o no– en los nuevos partidos políticos, que nos invitan a esperar.
La rabia se transformó en depresión, y para eso nuestros queridos gobernantes ya tienen fármacos, terapias y consejitos de la abuela. Contra nuestra rabia no tenían nada. Es por esto que pido a los jerezanos y a las jerezanas que volvamos a salir a encontrarnos a la calle, da igual si es bajo el nombre 15M o cualquier otro, que simplemente lo volvamos a intentar, como lo haría un niño convencido, las veces que haga falta.
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