El Niño Jesús no nació en una sede del PP o VOX

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

misa-del-Gallo
misa-del-Gallo

Esta Nochebuena he asistido a la Misa del Gallo. Como desde hace varios años, aguardo la Nochebuena con ilusión por ir a una celebración que supera el valor de lo litúrgico, que es muy importante, y que culturalmente se remonta, según algunos historiadores, al siglo V, cuando bajo el mandato del Papa Sixto III se comenzó a celebrar una eucaristía en la medianoche, cuando canta el gallo, en el día más importante del año para la cristiandad.

En unos terrenos ocupados por el ejército romano, en Belén, ahora ocupados por otro ejército, el israelí, nació el Niño Jesús, el símbolo de la cultura occidental. Los valores occidentales están imbuidos por el cristianismo, al igual que la cristiandad no se puede entender sin el Imperio Romano. Somos porque fueron, seamos cristianos practicantes o no. Miles de ritos, horarios, normas civiles y modos de entender la vida y relacionarnos con los demás, que cada día llevamos a cabo sin darnos cuenta, se remontan al hilo que nos conecta con la cristiandad y ésta a su vez con la romanización.

No vengo aquí a hablar de Historia del Cristianismo, de la que no soy ningún entendido, sino del mensaje social que se lanza en las iglesias, desde el Vaticano hasta la última parroquia. El Papa Francisco clamó desde Roma, en la última Nochebuena, en contra de la “avidez y la codicia” que nos llevan a acumular cosas sólo por tener y a base de desposeer a los demás.

“Cuando unos pocos celebran banquetes espléndidamente, muchos no tienen para vivir”, dijo Jorge Bergoglio, justo en un momento en el que hay políticos que quieren hacernos creer que ser cristiano es una cuestión de folclore que se reduce a poner el belén y el árbol navideño, mientras se niegan a dar refugio a miles de criaturas que huyen de guerras, hambrunas y persecuciones.

En el Convento de Santa Inés de Sevilla, donde aún habita y suena el órgano de Maese Pérez, el organista de la leyenda del siglo XIX de Gustavo Adolfo Bécquer, tuve el inmenso placer de escuchar la Misa del Gallo este año. El sacerdote pidió “por los humildes, por los inmigrantes, por los exiliados, por los refugiados, por los parados, por los marginados sociales y por la gente sin hogar”, enumeró el cura en una capilla abarrotada de habitantes de la zona céntrica Sevilla que han llenado las urnas de votos a VOX hasta haber convertido al partido de ultraderecha en la primera fuerza en muchos distritos electorales  del centro de la capital andaluza.

Yo oía al cura y me preguntaba en qué momento a la derecha clasista, xenófoba y odiosa se le ha estropeado el traductor, hasta haber llegado a entender que el valor del cristianismo se reduce a la defensa de la dictadura franquista y a la persecución de los pobres, los inmigrantes, las feministas o los refugiados.

Dos días después de la homilía de la Misa del Gallo, sigo preguntándome cómo es posible que la gente con la ideología más inhumana y llena de odio se haya apoderado del valor humanista del cristianismo, hasta haber hecho creer que ser buen cristiano es defender que las personas refugiadas se ahoguen en un naufragio, el empobrecimiento generalizado de la gente sencilla o negarle un entierro cristiano a los cientos de desaparecidos que el franquismo tiró a una cuneta.

En el fondo de la ideología neoliberal, se esconde el triunfo del mal, entendido el mal como la victoria de un modelo de sociedad que mira hacia otro lado y deja tirado en el camino a aquellas personas que peor lo están pasando. En lugar de ayudar a la gente a salir de la situación de vulnerabilidad, el neoliberalismo culpa a sus propias víctimas hasta convertirlas en fracasadas, en apestadas sociales a las que hasta ayudarles es delito.

No puede hablar como cristiano quien es racista, quien es machista, quien pide cadena perpetua a la vez que rechaza el feminismo, quien critica el buenismo y saca la bandera de la maldad contra los más débiles. No puede erigirse en representante de la cristiandad Teodoro García, el secretario general del PP, partido que reduce su política social a los rastrillos benéficos navideños organizados por la aristocracia, que tienen más función de lavar la conciencia de la de los ricos que de evitar que haya pobreza.

No podemos permitir que sigan dando lecciones de cristianismo los infames que con una mano ponen el belén y el arbolito de Navidad, “en defensa de la cultura española”, pero con la otra niegan una segunda o tercera oportunidad a la gente que le ha ido mal, que son víctimas de violencia o que han nacido en una cuna con poca fortuna.

El gran logro de la derecha española es haberse apropiado de unos valores que están en las antípodas de su modelo de sociedad, el soñado y el que cada día llevan a la práctica con sus decisiones, con lo que firman en los boletines oficiales a los que tienen acceso. Por muchos belenes y árboles de Navidad que pongan, el Niño Jesús nació en Belén y no en una sede del PP o VOX.

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído