El lobby del juego gana la partida, ¿de momento?

¿Merecía la pena acelerar el anuncio de estas medidas, que quedan muy lejos de lo prometido, para justificar la creación del Ministerio de Consumo? Rotundamente, no.

Foto Francisco Romero copia

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

El ministro de Consumo, Alberto Garzón, en una comparecencia reciente.
El ministro de Consumo, Alberto Garzón, en una comparecencia reciente.

Las casas de apuestas son la heroína del siglo XXI. Con esta premisa en mente, repetida hasta la saciedad, el Gobierno de coalición formado por PSOE y Unidas Podemos se lanzó a regular un negocio que está arrasando muchos barrios y provocando adicciones en sectores vulnerables —y demasiado jóvenes— de la sociedad. Un mes después de llegar al poder ya se han anunciado restricciones en la publicidad del juego, pero mucho menos ambiciosas de lo esperado. ¿Por qué? Nadie lo ha explicado. Y debería saberse.

La creación de un ministerio casi exclusivamente para este fin —el de Consumo, dirigido por el comunista Alberto Garzón— ha hecho al Ejecutivo precipitarse y anunciar un paquete de medidas que se antojan insuficientes. El listón estaba tan alto que legislar tibiamente para acotar la publicidad del juego, aunque el Gobierno diga que es la legislación “más restrictiva de Europa”, no colma las expectativas de unos votantes progresistas que esperaban más valentía de Unidas Podemos, esa “valentía” que Pablo Iglesias dijo que aportarían al Gobierno de coalición —para unir a la “experiencia” del PSOE—.

“Aprobaremos una regulación de la publicidad de los juegos de azar y apuestas en línea, de ámbito estatal y similar a la de los productos del tabaco”, recogía el acuerdo de coalición progresista firmado por Iglesias y Sánchez. Es decir, prohibir la publicidad, algo que no se ha cumplido. ¿Merecía la pena acelerar el anuncio de estas medidas, que quedan muy lejos de lo prometido, para justificar la creación del Ministerio de Consumo? Rotundamente, no.

¿Es una victoria del sector del juego o solo la primera parte del partido? Depende a quien se le pregunte, claro. El Gobierno y sus votantes aseguran y confían en que sea lo segundo. Es evidente que seguir permitiendo la publicidad de apuestas en la retransmisión de eventos deportivos que se celebren a partir de las 20:00 horas —los de máxima audiencia— y no impedir que los equipos de fútbol —cuyos futbolistas son ejemplos a seguir para muchos pequeños— sean patrocinados por casas de apuestas, no soluciona el problema. Ni de lejos.

Tampoco se impedirá que las salas de juegos abran antes de las diez de la noche, como prometieron en el mismo acuerdo. Una cosa es prometer estando en la oposición, y otra gobernar. La cruda realidad, y la presión del lobby del juego, han amortiguado el golpe. El proyecto del Real Decreto de Comunicaciones Comerciales de las Actividades del Juego anunciada por el ministro Garzón es, en sus propias palabras, “un primer paso" que "no agota otras medidas" que puede poner en marcha el Ministerio del Consumo sobre la limitación de la publicidad de las casas de apuestas. El tiempo dirá hasta donde llegan esas "otras medidas".

El 34,41% de las personas que apuestan en España tienen entre 26 y 35 años, como recoge el informe Análisis del perfil del jugador online de 2018, un 12,57% más que el año anterior, según el trabajo elaborado por la Dirección General de Ordenación del Juego (DGOJ). Urge poner coto al juego. De eso son conscientes nuestros gobernantes, ¿pero hacía falta anunciar medidas apenas un mes después de llegar al Gobierno para provocar una masa de decepcionados?

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