El juguete que no hacía nada (microcuento de Navidad)

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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Érase una vez una tienda de juguetes pequeñita, en un rincón pequeñito del mundo. Se entraba a ella por una puerta pequeñita, detrás de la que se escondía un mundo muy grande. A los dueños de la tienda le gustaba buscar juguetes “verdaderos”, sin edad, artesanales, sencillos, sin instrucciones, que estimulaban la imaginación de los niños y les dejaban hacer. 

Érase una vez una tienda de juguetes pequeñita, en un rincón pequeñito del mundo. Se entraba a ella por una puerta pequeñita, detrás de la que se escondía un mundo muy grande. A los dueños de la tienda le gustaba buscar juguetes “verdaderos”, sin edad, artesanales, sencillos, sin instrucciones, que estimulaban la imaginación de los niños y les dejaban hacer. Estaban tan convencidos de lo importante que eran que reservaban el lugar más especial de la tienda para ellos y los enseñaban con entusiasmo a todos los que pasaban por allí.

A pesar de ser sus favoritos no era fácil convencer a quienes venían buscando algo diferente de que aquellos juguetes lo eran. La mayoría de los adultos que pasaban por la tienda no eran capaces de ver lo que encerraban dentro. Habían perdido la mirada del niño que fueron y no veían más allá de unas piezas de madera o un muñeco de trapo cualquiera. A menudo la pregunta era la misma,” ¿pero este juguete que hace?, no me gusta porque no hace nada”.

Los juguetes esperaban pacientes en su rincón especial a que alguien se enamorara de ellos, los agarrara y decidiera llevarlos con él. Ese era un momento feliz. Cada vez que tocaba despedirse de alguno todos se alegraban porque sabían que a partir de ese momento empezaba su vida de juguete verdadero. Una vida larga de infinitos ratos de juego rodeados de niños que crecerían conservándolos a su lado.

Aquella semana nuevos miembros se habían unido a la familia de juguetes verdaderos de la tienda.  Eran unos pequeños enanos de madera que venían acompañados de anillas de colores, cuencos, bloques-casa…Fueron a colocarlos en el rincón especial justo al lado de las muñecas de tela de ojos pequeños.

Unos y otros congeniaron pronto y cuando nadie les veía y nadie les oía los enanos de madera y las muñecas de trapo hablaban entre ellos de cómo se imaginaban su futuro. Un futuro que todos soñaban al lado de algún niño que descubriera la magia que escondían.

Los muñecos de madera, aunque recién llegados, aprendieron a no desesperar y sobre todo a no ponerse tristes cuando tenían que escuchar una y otra vez, “es que son juguetes que no hacen nada”. “Sin botones, sin luces, ¿qué puede hacer un niño con esto?.

Las muñecas de tela trataban de animarlos. -“No os preocupéis. Miradnos a nosotras. Somos suaves, cálidas, achuchables.  Fuimos pensadas para que nos abracen y convertirnos en su muñeca favorita, creando un vínculo afectivo con ellos. No salimos en la tele, no hacemos ruido, no nos movemos. Pero sabemos que bastaría un rato juntos para que no quisieran que nos separasen”

A pesar de lo que les decían las muñecas, a veces para los enanitos era difícil no ponerse nerviosos ante tanto adulto insistiendo, “estos juguetes no hacen nada”.

-“¿De verdad creéis que algún día algún niño nos querrá? ¿Algún niño se dará cuenta de que podemos ser lo que él quiera que seamos?. Los papás cuando nos ven siguen sorprendiéndose porque no tenemos cara. ¿Por qué no se dan cuenta de que podemos estar tristes o alegres,  llorar o reir, y ser los protagonistas de infinitas historias?”

 -“Los adultos crecieron y ya no ven más allá.-les explicaban las muñecas de tela-. Ya no les brillan los ojos cuando tienen delante un juguete con el que imaginar, ni sienten el vértigo de las mil historias que están por inventar, ni se emocionan al tocarnos porque ya no son capaces de sentirnos. Ya no hay magia”

Aquellas navidades él entró en la tienda de la mano de su padre. Se fue corriendo hacia el rincón de los juguetes verdaderos. Y cuando los tuvo allí delante le brillaron los ojos. Y sintió un vértigo que ni él mismo entendía. Abrazó a una de las muñecas tan fuerte como pudo y se sintió feliz.  Cogió con su pequeña mano uno de los pequeños muñecos de madera y se emocionó. Hubo magia. Para él y para aquellos juguetes verdaderos aquel día fue el primero del resto de sus vidas.“

Ya lo decía Mr. Magorium en su mágica tienda (si no habéis visto la película es perfecta para verla en familia estas navidades), para vivir las aventuras más increíbles se necesitan herramientas inverosímiles que los adultos muchas veces no acertamos a entender. Si crecimos, ojalá que seamos capaces de dar a los niños herramientas para aventuras increíbles. El juego simbólico y los juguetes que no hacen nada alimentan mentes inquietas y llevan la imaginación al infinito.

Dedicado a Casiana y Jordi (Grapat) por llenar el mundo de juguetes sin instrucciones.  Dedicado a todos los que disfrutáis como niños viendo Mr. Magorium y su tienda mágica. Dedicado a todos los que conserváis alguno de vuestros juguetes verdaderos. Y sobre todo dedicado a los niños a los que les gustan los juguetes que no hacen nada. 

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