Uno de esos silencios incómodos en tu cabeza se producen cuando te preguntas a ti mismo: ¿si te encontraras una cartera con 500 euros en el suelo, tratarías de encontrar a su legítima propietaria para devolverla?
Uno de esos silencios incómodos en tu cabeza se producen cuando te preguntas a ti mismo: ¿si te encontraras una cartera con 500 euros en el suelo, tratarías de encontrar a su legítima propietaria para devolverla? Muchos criticarán siquiera que me interrogue al respecto, pero seguro que para bastantes se trata simplemente de una pregunta retórica con respuesta de sobra conocida. Bromas aparte, tras el consabido 1, 2, 3... responda otra vez que una neurona le transmite a otra en mi cerebro, la conclusión a la que llego es a la de que sí, supongo que porque pesaría más el remordimiento de conciencia a posteriori y el sentimiento contradictorio cada vez que tratara de disfrutar de uno de esos billetes. Y no porque piense que vaya a ir al Infierno en otra vida o porque crea que el karma se va a revolver en ésta, sino simplemente porque acabaría torturándome sobre en qué situación de desamparo habría dejado a la legal dueña del dinero.
Seguramente la retorcida conciencia trataría de buscar excusas cómo que seguro que perteneció a alguien a quien le sobra el dinero y que, de hecho, lo va perdiendo por ahí. Pero alguna vez saltarían las alarmas y, en algún lugar recóndito de la masoquista mente, acabaría por aparecer la imagen del triste pensionista que ahora llora el descuido en su casa y otras miles de situaciones en las cuales la persona afectada lamenta no haber sido más precavida y sufre por culpa no solo de su descuido, sino por la máxima de que "el hombre es un lobo para el hombre".
No sé si llevará razón el autor de este aforismo o Rosseau, que sostenía que "el hombre es bueno por naturaleza", pero actos como el de buena fe del policía jubilado en Jerez -que encontró la consabida billetera con 500 euros en la estación de autobuses- me devuelven la fe en el género humano, o al menos en parte de él. Quizá este acto de bondad, hace una década, no habría tenido la repercusión de hoy, cuando vivíamos la fiesta de la espuma inmobiliaria cuya resaca ahora está causando estragos. Pero hoy en día tiene mérito. Y creo que no soy el único que ha hecho examen de conciencia y se ha preguntado: ¿habría hecho lo mismo? Espero que hayan llegado a la misma conclusión que el filantrópico agente.
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