Llegará un día en el que el Partido Popular gobernará en Andalucía, pero hasta la fecha no ha podido conseguirlo. Hace ya tiempo que los estrategas les vienen diciendo a los populares que, con determinados modelos, la imagen y la semejanza del partido, aunque eso no le impida administrar los ayuntamientos de las capitales, no cuela para llegar a gobernar la comunidad andaluza
Llegará un día en el que el Partido Popular gobernará en Andalucía, pero hasta la fecha no ha podido conseguirlo.
Hace ya tiempo que los estrategas les vienen diciendo a los populares que, con determinados modelos, la imagen y la semejanza del partido, aunque eso no le impida administrar los ayuntamientos de las capitales, no cuela para llegar a gobernar la comunidad andaluza. Ya Javier Arenas en las anteriores elecciones autonómicas realzó la campechanía y suavizó el estiramiento quedándose a un paso de conseguirlo y a las puertas del final de su carrera política en Andalucía.
En esta ocasión han presentado a un candidato que, aunque se ríe hasta cuando está triste, no tiene mal discurso ni malas formas pero le falta o le sobra algo, y ese algo debe ser de mucha miga. El caso es que el Partido Popular no da con la clave. No tiene el molde para clonar un líder que convenza por muchas caras asimilables o despeinadas que pongan en las fotos. Esto quizá se deba a que los genes de la derecha andaluza aún andan mutándose y hasta que el ciclo de transformación no termine, Andalucía seguirá votando al partido socialista. Luego ya veremos.
A mucha gente le apena el resultado obtenido por Izquierda Unida, pero es que han sido más los que renegando de sus afiliaciones han votado a Podemos: una fuerza con propósitos atrevidos que subían las escaleras como aventajados escaladores y que al descubrir los resultados las bajan como experimentados acróbatas. Ahora en esa formación política estarán barajando hacer las listas para las municipales del mes de mayo y cuidándose mucho de controlar a los paracaidistas y las I.P. (Internet Protocol) de los ordenadores. No les vendría mal que publicaran pronto el libro blanco del voto digital y otros menesteres. Quince parlamentarios autonómicos sentados, del tirón, aunque les sepan a poco, es un pelotazo que no les gustará que se estrelle en el larguero.
El huevo de Ciudadanos, aunque no sabemos a ciencia cierta si es de color blanco o café con leche, entre otros conjuros, ha borrado del mapa la huella andalucista. Pero para hablar de estos últimos son necesarias más de cuatro líneas.
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