El hombre que había leído El Quijote

Foto Francisco Romero copia

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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Conocí una vez a un hombre que decía haber leído 'El Don Quijote' de Miguel de Cervantes. Supe después que era un hombre extraño, aburrido, con sueños, pero poco más.

Conocí una vez a un hombre que decía haber leído El Don Quijote de Miguel de Cervantes. Supe después que era un hombre extraño, aburrido, con sueños, pero poco más.

Por este mérito les aseguro que no me consta que lo haya recibido ningún director ni directora de banco, ni siquiera un diputado en las Cortes. Una diputada tampoco. Ni siquiera consiguió nunca que le diesen una hipoteca a interés preferencial. Fíjense que por no saber ni sabía qué era eso.

Pero claro, era una buena persona. ¿Un marginado? Tanto no, pero ya saben.

En su currículum, que no era gran cosa, contaba que había dedicado su vida a la difusión del desgraciado suceso que marcó su vida: Leer El Quijote,  una mancha más que una gracia, un borrón más que un mérito. Había leído El Quijote. ¡Qué cosa! “¿Y eso para qué?”, le preguntó contundente su psiquiatra. “No sé, yo quería ser un buen hombre, culto, educado, amable...” A estas alturas no sabía si eso lo había dicho o solo lo había pensado.

Otra vez en una entrevista para buscar trabajo, cuando el psicólogo encargado de la selección de personal leyó el detalle en su historial,  él notó que el estupor y la desazón se hicieron más que visibles en su rostro de profesional progre votante de izquierdas. “Lo siento mucho, este trabajo no es para usted. Sé que está parado pero…” Y entonces el especialista se recreó en su cuerpo escaso de carnes y sobrado de huesos, y lo escrutó de arriba a abajo, y le pareció que sentía pena de él. “¿Miente usted?”, pudo preguntar. Y él fue asumiendo que la suya era una historia tan increíble que nadie le daría crédito jamás. 

Esa misma tarde, en la feria del libro de Madrid, estuvo a punto de toparse con Su Majestad la Reina que andaba de inauguración. Le pareció más joven que la última vez que la viera en televisión. “¿Habría descubierto el bálsamo de de fierabrás?”, se preguntó. Y entonces quiso atreverse a preguntarle: “¿Majestad, usted lo ha leído?” Un fornido guardaespaldas modelo pikolín real lo apartó amablemente y desbarató su sueño.

Ahora, en sueños sigue insistiendo en su gesta: “Sí, yo lo he leído. Sí, yo lo he leído.” A veces piensa que todo es una pesadilla. Bien sabe que eso de ser una buena persona apenas se valora en ningún sitio. Leer El Quijote tampoco. De todos modos, cuando se repite una y una vez: “Sí, yo lo he leído”, se siente feliz y libre. Diferente también, pero sobre todo libre.

Mientras relee el principio y recuerda que en un lugar de La Mancha empieza casi todo, le ha parecido bonito crear un grupo de WhatsApp con gente libre –diferente, a lo mejor– y soñadores como él.

Para mis alumnos de 1º de ESO B, C y E en el IES Seritium de Jerez, que han leído y compartido 'El Quijote', un poquito cada día, durante este curso que acaba.

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