Solera y un balón

Todos esos equipos, todos esos hombres que ahora son abuelos y que algunos ya están en el cielo, todos esos soñadores que se sienten, sin lugar a duda, futbolistas con mayúsculas.

Una alineación del Mundo Nuevo, con el padre del autor entre sus filas.
Una alineación del Mundo Nuevo, con el padre del autor entre sus filas.

Mi padre, con el balón entre sus piernas, preparado para jugar al fútbol, tras su paso por el Mundo Nuevo todo lo recuerda con pasión y nostalgia, administrando los recuerdos como se destila un buen licor. Aquellas contiendas eran de un fútbol menos táctico, menos atlético y poco profesional. Pero, sin embargo, más legal ante el árbitro, varonil y donde se encaraba más con la cintura al contrario sin más obligación que el desparpajo, no falto de picardía pero más británico. Tirarse era inmoral, impensable y abrir a la banda el esférico una obligación perpetua. La figura del líbero, liberado de marcar al enemigo y ejerciendo de comandante de la defensa se ha perdido, como así el 9 corpulento, de malas ideas, y los centrales con cara de cuatreros.

Campos de tierra, Reflex, duchas frías, postillas en las piernas, botas con grasa de caballo y jugadores poco robotizados. Mientras hoy ver un partido de Tercera da coraje, al menos a mí. Parecen clones, gladiadores, con una disciplina férrea pero sin correr ningún riesgo en el campo. Prevalece el orden a la anarquía y a lo poético.

Hoy se han cambiado flequillos y barbas por aquellos bigotes. Musculación y dietas por un cigarrillo en el descanso. Todo evoluciona. Pero aquellos soñadores del albero podrían haber llegado, algunos, a ser jugadores si hubieran tenido más medios, pero tenían que trabajar desde niños. Con unos padres que no eran, ni por asomo, el ejemplo más claro a la hora de motivar o dedicarles tiempo, también angustiados por la precariedad y el cansancio cuando volvían a las casas de vecinos. Ser futbolista nunca ha sido fácil, se puede ser plazoletero o callejero y no futbolista y nunca llegan los que tienen que llegar. Sin lógica, algunos pasan por Primera División sin ni siquiera saber pegarle bien a la pelota. Esa es la suerte y lo raro de este juego. Vocación, circunstancia y azar como decía el gran Baltasar Gracían sobre la vida. Fútbol es fútbol. Fútbol es vida.

Un concepto salvaje donde sólo juegan once, entre mil niños de un barrio, que quieren estar en el equipo de moda. Recordando derrotas, baños y ganancias. 

Doy las gracias por este bendito deporte que saca los instintos y trastoca las emociones y que es señal inequívoca de identidad y de barrio. Generación tras generación: aquellos equipos con solera como el Mundo nuevo, Flamenco, El Pilar, Los Marianistas, El Plata, Jerez Balompié, Juventud, Jerez Industrial, San Justo, Don Zoilo, Soberano etc. Todos esos equipos, todos esos hombres que ahora son abuelos y que algunos ya están en el cielo, todos esos soñadores que se sienten, sin lugar a duda, futbolistas con mayúsculas. El tiempo, los barrios, las ganas, los sueños. Señores y señoras: que ruede el balón y que gane el mejor.

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