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El terrorismo se ha insertado en nuestras vidas como una dosis de realidad frecuente que nos despierta de ese coma inducido por el espejismo añorado del Estado del Bienestar.

El terrorismo se ha insertado en nuestras vidas como una dosis de realidad frecuente que nos despierta de ese coma inducido por el espejismo añorado del Estado del Bienestar. Estalla entre consignas falsamente incluyentes como je suis Niza, Orlando, París, Bruselas…, mientras se nos olvida una larga lista por mencionar.  

Y es que el terror no afecta solo en occidente, ni es Europa la principal víctima de toda esta oleada de masacre. Según el Consorcio para el Estudio del Terrorismo y las Respuestas al Terrorismo (START) de la Universidad de Maryland (EE.UU), se han registrado un total de 150.000 actos de terrorismo en todo el mundo, de los cuales unos 17.000 causaron víctimas mortales por cuenta de una sucesión de atentados por motivos religiosos, xenófobos, económicos o meramente oportunistas.

Esta semana se contabilizaron 84 muertos en Niza, un día después se anunciaba el golpe de estado en Turquía, donde la cifra de muertos suma 63 entre Estambul y Ankara en lo que va de año. Desde enero de 2016, se han producido más de una docena de ataques en lugares como Yakarta, Indonesia, con 7 víctimas; le sigue Uagadugú, Burkina Faso, con 29; Somalia alcanza los 58 muertos en varios ataques; Maiduguri (Nigeria) 22; Lahore (Pakistán), 69; Grand Bassam, Costa de (Marfil), 16; Bruselas (Bélgica), 31; Orlando, (EE.UU), 50; y Bagdad, (Irak) se ha saldado hasta la fecha con 213 víctimas por terrorismo.

Un total de barbarie suficiente como para reflexionar en torno a las causas de estos actos violentos que están poniendo en jaque al sistema de la “comunidad democrática global”, —entiéndase el eufemismo—, que baila al son de los tratados comerciales, de las políticas neoliberales que doblegan la dignidad y desarrollo de otros países y que, en su afán colonialista, sigue explotando e imponiendo un pensamiento único.

No se trata de justificar la violencia, pero es importante mirar más allá de los actos simbólicos, las banderas a media asta y los silencios forzados; Instrumentos significativos, pero no lo suficientes para paliar siglos de imperialismo económico y cultural. También es necesaria la autocrítica, tomar parte de nuestra responsabilidad con la historia, y esa pasa, entre otras cosas, por igualar a todos la condición de ciudadanos; y que nos duelan, no solo los atentados de nuestros países vecinos, sino de las miles de víctimas que se desaparecen cada día sin eco mediático ni pésame oficial. 

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