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Hay nombres que son leyenda viva en el mundo del flamenco. El cante de Juan Villar y la guitarra de Periquín Niño Jero unieron los sones de Cádiz y Jerez una noche inolvidable de verano en los viernes del Alcázar. Magisterio en la voz y sabiduría en el toque. Y la luna asomándose entre las almenas y la torre de San Miguel apuntando hacia el cielo la verticalidad de su enigma. La noche abría paso a la madrugada, pero el calor no terminaba de irse. Ardía también el corazón con las ascuas de los dos grandes en sus tangos y bulerías. Pero hasta llegar a esa conmocionada cima, escuchamos mucho, variado y bueno de un programa que reunía verdad y arte de Cai, Lebrija y Jeré.

Los modos antiguos y trascendentales de los gitanos vinculados al antiguo Matadero brillaron en la interpretación de Juan Lara, que se atrevió a abrir fuego con cantes para escuchar. Muy bien acompasado por Fernando de la Morena (hijo) al toque. Anabel Valencia hizo vibrar a un patio de armas casi atestado con su pureza lebrijana. El baile de Saray García —belleza temperamental— tiñó las sombras de magia, acompañada de un cuadro artístico que supo estar a la altura. La atmósfera ya estaba creada para escuchar a los maestros. La de Juan Villar es una de esas voces emblemáticas que delatan a un alma cargada de vivencias. ¡Cuánta poesía en las letras! ¡Cuánto ritmo, a su decir intenso, sumaba la guitarra de Pedro! Una voz, desde el público, no se pudo contener: “¡Qué bien tocas, Niño!”. Y por dentro: “¡Oh guitarra! / Corazón malherido/ por cinco espadas”, que dejó escrito el poeta García Lorca. Así es: con su personalísima manera de tocar, Jero le pone música al corazón. Después, para rematar, un fin de fiesta, con el derroche y la alegría propias de nuestro pueblo. El cante bueno es trágico y se agradecen tales colofones de ligero alivio.

Cuando vean la luz estas líneas habrá culminado el ciclo de viernes flamencos en el Alcázar patrocinados por Fundador y promovidos por el Ayuntamiento, en colaboración con la bodega y Comunica desde Cero; con la importante actuación de Rancapino Chico, Elu de Jerez y el toque de Paco León, entre sus protagonistas. Creo que este año se ha apostado por los valores jóvenes, dando su sitio —como en la ocasión que narro— a los consagrados. Iniciativas de este tipo no sólo ofrecen por un precio asequible un impagable espectáculo a propios y extraños, sino que exponen la riqueza cultural de nuestra tierra, el arte profundo y renovado que hay en ella, la vigencia de su espíritu ancestral. Curiosamente, la intención de este mes en la oración del papa Francisco es por los artistas de nuestro tiempo, “para que, a través de su creatividad, nos ayuden a descubrir la belleza de la creación”. Afortunadamente, en noches como la que evoco, esto está siendo posible en Jerez.

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