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Juan Manuel García Bermúdez. Profesor y Lcdo. en Empresariales

Parece que termina la “recesión económica” y al mismo tiempo se sigue destruyendo empleo. La noticia no puede ser más desalentadora: el final de la crisis económica y financiera no trae consigo la solución del problema del desempleo. En enero terminamos con 184.000 personas menos trabajando de los que sólo 113.000 se han inscrito en las oficinas de empleo, el resto, ni eso, no tienen confianza en lograr empleo o se han ido del país.

El número de trabajadores en España es similar al de 2002, pero con peores sueldos y por tanto con menores aportaciones al consumo y al sistema de pensiones. El gobierno se complace de que sea un enero menos malo que otros y de que “disminuya el ritmo de destrucción de empleo”, como si el empleo pudiera seguir destruyéndose eternamente al mismo ritmo, incluso después de una enorme destrucción acumulada. Es evidente que la capacidad de perder sangre disminuye a medida que uno ya está medio desangrado, no es mérito del doctor.

Pero ¿es posible que la economía se recupere y volvamos al crecimiento económico, incipiente, pero crecimiento y no se solucione al mismo tiempo el problema del desempleo? El Director General  de la OIT, Guy Ryder, arroja luz sobre esta aparente sorpresa. “Las grandes empresas no invierten sus beneficios, que están en alza, en incrementar sus actividades productivas y aumentar el empleo por falta de demanda y lo hacen en recomprar sus propias acciones o en acumular efectivo” Efectivamente, la falta de demanda y la incertidumbre bancaria no animan a ampliar su producción a los negocios que van bien, fundamentalmente las grandes exportadoras industriales y por otro lado hunde al resto de empresas, especialmente PYMES.

¿Entonces la escasez de demanda es un problema para las empresas? Pues sí. ¿Y por qué ha caído la demanda? ¿Por qué hemos dejado de comprar o compramos menos? Pues porque somos más pobres, a unos los han despedido y a otros nos han bajado los sueldos, los ingresos de las empresas han caído un 20% desde que estalló la crisis. ¿Pero entonces despedir y bajar sueldos, al bajar la demanda ocasionan problemas a las empresas? Pues depende, en principio despedir y bajar sueldos abarata costes y aumenta los beneficios, siempre que las ventas se mantengan, pero sólo se mantienen las ventas a las pocas empresas industriales exportadoras de nuestro país, que estas sí que acumulan rentas y beneficios,  pero no se mantienen para las empresas nacionales y especialmente para las pequeñas y medianas porque los clientes han sido despedidos o les han bajado el sueldo, es decir, disponen de menos renta. Lo cierto es que de la inmensa mayoría de empresas españolas, las que constituyen los trabajadores autónomos, el 40% ingresa menos de 7.500 euros/año, es decir, están en situación de pobreza, según Joaquín Nieto, Director de la Oficina de la OIT en España.

Puede comprobarse que la reducción de sueldos a los trabajadores hace disminuir la renta disponible y eso provoca la caída de la demanda que, a su vez, hace disminuir las ventas de la mayoría de las empresas, que ven disminuidos sus beneficios o entran en pérdidas y posterior cierre. Lo cual provoca nuevos despidos… La solución de la crisis bancaria no ocasiona automáticamente la solución del desempleo. Es más, todo está preparado para poder salir de la recesión económica  y permanecer en cifras astronómicas de paro. Cada vez menos trabajadores y cada vez con menores sueldos. El Director General de la Organización Internacional del Trabajo vaticina un futuro con “pobres con trabajo”, es decir, ni siquiera trabajar garantizará llegar a mínimos para los gastos vitales.

El camino, por tanto, es el de la desigualdad, los grandes capitales acumulando beneficios de forma creciente y las masas de trabajadores cada vez más empobrecidos. Los indicadores económicos, el índice Gini y otros así lo corroboran. El propio Presidente de Estados Unidos, Barak Obama ha declarado que “la desigualdad es el desafío que caracteriza a nuestra época”. Lejos de ser una declaración de carácter ético, que a lo mejor también, lo es de carácter económico. La desigualdad es un grave problema económico.

Paul Krugman, Nobel de economía 2008, se pregunta:  “¿No es más importante recuperar el crecimiento económico que preocuparse de cómo se distribuyen los beneficios?” y se responde: “Pues no”. Según el premio Nobel “el liberalismo contribuyó a hacer posible la crisis, y el giro prematuro a la austeridad fiscal ha conseguido entorpecer la recuperación. Liberalismo y austeridad benefician sólo a una élite económica cuya influencia política se ha disparado al mismo tiempo que su riqueza”.

La austeridad no es la solución, al menos no lo es para la falta de empleo y por tanto tampoco lo es para las empresas a las que les va mal. ¿Cuáles son entonces las medidas que hay que tomar? ¡¡¡ EMPLEO, CREAR EMPLEO!!!! EL EMPLEO NO ES SÓLO UN PROBLEMA DE LOS DESEMPLEADOS, Y TAMPOCO ES SÓLO UN PROBLEMA MORAL. ES UN GRAVE PROBLEMA ECONÓMICO, EL MÁS GRAVE. La solución es crear empleo, dedicarse a eso, aún perjudicando otros indicadores económicos, por una razón muy sencilla, porque es el mayor de los problemas, no solo para los trabajadores, sino para las empresas también.

 Apostar por la inversión pública y estimular la privada para crear empleo, para incrementar el consumo y la demanda agregada. Aumentar los salarios, sí, es bueno para las empresas aumentar los salarios de los trabajadores, ayuda a incrementar la demanda. El SPD en Alemania ha obligado a Merkel a subir el salario mínimo a 8,5 €/hora y automáticamente dos millones y medio de alemanes han visto subir sus salarios y su capacidad de compra, produciendo un incremento de las ventas y, por tanto, del empleo inducido. Es a través de la creación de empleo cómo se puede paliar el clima de crispación social, de otra manera, la ruptura de la paz social está cantada, la desigualdad tiene ese límite.

A nadie se le oculta que el acuerdo social ya desapareció por la parte del capital: los poderosos, empresas y particulares, han decidió no contribuir con un solo euro al estado del bienestar. La ruptura por la otra parte depende sólo del empleo, del empleo. Junto con la enorme y vergonzosa desigualdad, el otro gran problema español es el modelo de producción, los sectores seleccionados en las últimas décadas no han dado resultado, hay que apostar por otros. No podemos seguir apostando por la especulación urbanística o por la construcción, ni siquiera por el turismo de masas de escasa calidad económica. Por supuesto no podemos seguir pensando que hemos de resistir con los sectores tradicionales reconvirtiendo trabajos dignos con salarios dignos en eso que se ha dado en llamar “minijobs”. Y mucho menos en “versión española”: contratos y sueldos de cuatro horas diarias con jornadas de “loquehagafaltaporelbiendelaempresa”. Los minijobs no son una solución moral, pero tampoco económica, no arreglan el problema de la renta disponible, y por tanto de la demanda y el crecimiento sostenible. Es un “engaña bobos social” del que se lucran algunos desalmados. Nunca podremos, ni debemos competir con los precios de países orientales en los que no hay derechos sociales, ni humanos, salvo que adoptemos sus contextos sociales y jurídicos…

Hay que apostar de modo colectivo por sectores emergentes, competitivos, con futuro. Está demostrado que podemos crear cientos de miles de puestos de trabajo de calidad en sectores como las energías renovables o la rehabilitación no especulativa de edificios. En resumen, la desigualdad creciente es un gran problema económico que hay que solucionar con creación de empleo y subidas salariales ligas a la productividad de las empresas, sólo así mantendremos la paz social. Los poderes públicos deben abandonar los intereses de las élites realmente dominantes y apostar por los intereses generales de los ciudadanos, tanto de los trabajadores como de los empresarios pequeños  y medianos de la economía real no especulativa-financiera. Hacer crecer la inversión pública, aún incrementando el déficit y facilita y propiciar la inversión privada. Especialmente en sectores emergentes y con futuro como las energías renovables o los transportes sostenibles, la investigación, las nuevas tecnologías, etc…

Solo una cosa más, los ciudadanos debemos “compensar” las presiones que las élites dominantes realizan sobre los gobernantes con otras presiones, a ser posible no violentas, pero sí contundentes. Estas presiones deben realizarse de manera directa en los entornos reales en los que vivimos, pero también a través de nuestros muy eficaces canales de participación política y social: los partidos políticos y los sindicatos, gracias a los cuales hemos logrado las más altas cotas de calidad de vida. Hay que volver a confiar en ellos, a la vez que hay que exigirles claridad en su defensa del interés general, para ello nada mejor que hacerlo desde dentro. Al menos tenemos que recuperar la confianza en LA POLÍTICA, es lo único de lo que disponemos los que no pertenecemos a élite dominante para hacernos oír, al menos hasta que alguien invente otra cosa.

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