Irene Montero, ministra de Igualdad, en el Congreso.
Irene Montero, ministra de Igualdad, en el Congreso.

El odio desatado contra Irene Montero es uno de los episodios más vergonzosos que ha vivido la democracia española. El vómito hecho palabra de una diputada de Vox —paso de nombrar a semejante tipa— hizo reaccionar al hemiciclo a la izquierda del PP, en un aplauso de apoyo a la ministra de Unidas Podemos. Montero ha recibido el ataque furibundo de la derecha que ha cargado estos últimos días con sus habituales noticias manipuladas y lanzamiento de bulos. Lástima que esto no sea deporte olímpico porque tendríamos varias medallas aseguradas.

El asombro, cuando no el rechazo, hacia las decisiones de algunos jueces que han reducido las penas de agresores sexuales, no solo ha llegado desde Unidas Podemos, también lo ha hecho desde la Fiscalía o de magistrados reconocidos como Martín Pallín. Incluso en la Audiencia Provincial de La Rioja se han revisado 54 sentencias tras la nueva Ley de Garantía de la Libertad Sexual y ninguna ha sido modificada. Entonces, ¿qué está pasando?

El delito de la ministra ha sido decir que los jueces tienen ideología y que algunos aplican la ley en función de la misma. ¡Machismo judicial, qué barbaridad! ¿Cómo se atreve? Parece que en este país no ha habido sentencias como la de La manada, en la que el magistrado Ricardo Gómez hablaba de “actos sexuales en un ambiente de jolgorio y regocijo”. Hay jueces machistas, como también hay periodistas, médicos o policías. El machismo sigue aún enquistado en la sociedad y la mejor prueba de ello es la obsesión desmedida contra el Ministerio de Irene Montero.

—¡Qué despilfarro de millones para Igualdad!, - me decía un primo mío, que no solo Rajoy tiene cuñados expertos en todo.

—¿Tú sabes cuánto dinero público se destina a la Iglesia, a los bancos o a los toros?, le pregunto. Mi primo no respondió, solo se encogió de hombros, —¿Y de eso no te quejas, campeón?

El comentario de la diputada machista de Vox da vergüenza, como su partido, pero tristemente es el reflejo de una parte de nuestro país. La odian, con toda su alma católica y apostólica. Para los machistas voxeros, ellos y ellas, la ministra Montero es una aprovechada que solo vive de ser la mujer de Pablo Iglesias; sin embargo, Rocío Monasterio es un ejemplo de mujer valiosa. Es evidente que Irene les jode y, si pudieran, la quemarían por bruja. 
La Ley impulsada por su Ministerio es un avance hacia la verdadera igualdad. 

El sí es sí debe servir para decir no a esta España rancia y odiadora. El sí es sí debe gritar no a la extrema derecha y a sus exaltados acólitos. Dos veces sí para contraatacar el machismo casposo de estos negadores de todo lo que suponga avance social, lucha contra el cambio climático o adelantos laborales. El sí es sí jode a los cromañones desesperados que se ven amenazados por mujeres como Irene, que trabajó de cajera, estudió Psicología y no es una niña de rancio abolengo. El sí es sí es un no para todos los asquerosos que babean sobre nuestras hijas. Solo sí es sí significa no a los abogados y jueces que justifican las agresiones hablando de la moral de las víctimas mientras les preguntan si estaban borrachas o vestían minifalda. Sí es sí es un no pasarán a los radicales y a los moderados que lo sustentan. 

Sí es sí, solo si ella quiere. ¡Coño, ya!

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