La vuelta al cole

Sinceramente, no sé si celebrar la vuelta al cole en un lugar donde se maltrata la enseñanza y no se reconoce la labor docente ni se motiva al estudiante .

Una clase, en una imagen de archivo.
Una clase, en una imagen de archivo.

Llegó septiembre y comienza otro curso escolar. Sinceramente, no sé si celebrar la vuelta al cole en un lugar donde se maltrata la enseñanza y no se reconoce la labor docente ni se motiva al estudiante. Decía Nelson Mandela que la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo. Viendo nuestra realidad, podríamos pensar que hay muchas personas que no quieren que el mundo cambie, impidiendo el avance de nuestros hijos e hijas, hipotecando su futuro. Y lo que es obvio, es que a nuestros gobernantes esta cuestión, al igual que otras de urgente necesidad, se la trae al pairo.

Pero lo que más me inquieta es ver cómo nosotros, padres de una generación con un futuro bastante gris, no hacemos prácticamente nada. Puedo entender que haya un sector de la población —muchos son aquellos que se proclaman defensores de su país, amantes de la bandera y baluarte de las costumbres y formas de vida patria— que, aunque digan lo contrario, están deseosos de involucionar en la mayoría de aspectos de la vida, y la educación no iba a ser menos. Ante estos ataques, solo unos cuantos, normalmente los de siempre, se movilizan y luchan.

Un ejemplo de ello son las concentraciones frente a las delegaciones de Gobierno que la Marea Verde organiza el próximo viernes ante los masivos recortes de líneas que, tanto este gobierno tripartito de PP-Ciudadanos y Vox, como el anterior del PSOE, han llevado a cabo. Por cierto, que nadie crea que las ayudas y el fomento de los colegios concertados mientras se hacen recortes en la escuela pública es cosa de hace unos meses. Probablemente, la única diferencia entre ambos gobiernos es que los actuales no se esconden, hacen gala de ello y van a saco, se ve que a algunos lo de la “derechita cobarde” les ha dolido en el alma.

Pero, y el resto de la ciudadanía, ¿por qué permanecemos pasivos? ¿Estamos ciegos, no queremos mirar? ¿O es que no vemos lo que ocurre delante de nuestras narices? ¿A qué estamos esperando madres, padres, profesores y profesoras para decir basta? ¿Qué coño nos pasa? Por lo visto no es suficiente el cierre de 96 líneas de Educación Infantil y Primaria en las escuelas públicas de nuestra provincia mientras aumentan las dotaciones de la escuela concertada. Tampoco lo es que bajo el mantra de “libertad de elección” se esconda realmente una segregación de niños y niñas en función de las posibilidades económicas de sus padres.

Si hace 30 años nos hubieran preguntado cómo creíamos que serían los colegios en el 2019, ni los más pesimistas hubieran descrito esta realidad, más propia de un futuro distópico que hace que cuando vuelvo a leer 1984 de Orwell o a ver esa obra maestra llamada El cuento de la criada —por cierto, también recomiendo el genial libro en el que se inspira— uno se acojone al no ver tan lejanas según qué cosas. ¿Exagerado, quizás? Pues aquí les dejo una buena ración de “motivos exagerados”.

2019. Colegios públicos que se caen, literalmente, a pedazos. La mayoría son edificios viejos no acondicionados —incluso barracones— que habría que recordarle al político de turno que no mejoran dándole una manita de pintura verde-hospital salvo que, tal y como me apunta mi malpensada mente, se haga para señalar más todavía y quitar las ganas, a los que aún preferimos la enseñanza pública, de que nuestros hijos estudien allí.

2019. Los materiales que utilizan maestros y alumnos, son atrasados y muchos de ellos inservibles. 2019 y aún me asombro al comprobar que mis hijas, como yo hace 30 años, cargan sobre sus jóvenes espaldas esas pesadas mochilas dignas de ser ideadas por Torquemada. 2019 y los planes de estudio son ineficaces e inservibles. Son, y es mucho decir, incluso peores que los nuestros. Un alumno puede acabar la Secundaria y no haber escuchado en clase hablar de, por ejemplo, física cuántica, inteligencia emocional o de Velázquez.

2019. No hay innovación, y lo que es peor, no hay motivación. ¿Para qué estudiar, si la mayoría de ellos y ellas van a acabar trabajando en un chiringuito de playa? 2019 y no existe una verdadera integración de los alumnos con necesidades educativas especiales. Por cierto, ¿abrimos algún día el melón para saber cómo se trabaja con estos niños y niñas en los colegios concertados? ¿Existen trabas en estos colegios, pagados con los impuestos de todos, para que estos niños no estudien en sus clases y vayan a la pública?

2019. La religión sigue formando parte del currículo escolar de nuestros hijos. ¿Alguien me explica qué pintan los obispos en una educación laica y pública? Y esto lo digo yo, bautizado, con la comunión y la confirmación hechas, casado por la Iglesia, hermano de una cofradía de Cádiz y cuyas hijas están bautizadas, han hecho la comunión y también están en la misma hermandad. Como ven, soy todo un talibán anticlerical y peligroso.

Debo reconocer que mis creencias distan mucho de lo que propugna la mayoría de las veces la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. ¿Qué puedo decir?, reconozco la mitología cristiana como tal, pero creo que en un principio el cuento que propugnan es bello. Después cada uno de nosotros en nuestra evolución personal decidimos quedarnos solo en el bonito cuento, no querer saber nada de él, buscar otros o convertirnos en un devoto creyente del cuento otorgándole veracidad y causalidad divinas.

Pero también podemos encontrar un último grupo que decide avanzar y buscar más allá de la mitología y el simbolismo. Yo pertenezco a este grupo y comprendo que, para muchos, mi discurso sea contradictorio. Probablemente tengan toda la razón. Pero este Pitufo Gruñón, y los lectores de esta columna deben saberlo, está lleno de contradicciones y, lo que es peor, se enorgullece de ello. Al fin y al cabo son mis contradicciones, en última instancia, las responsables de hacerme evolucionar y de que intente ver el mundo siempre desde otros puntos de vista con el objetivo final de cuestionármelo todo y alejarme de verdades impuestas y absolutas. Hace mucho tiempo que este pitufo dejó de tener miedo a mirar más allá.

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