La España traidora

Mientras ellos ven traidores, el votante progresista se queda hecho un puto lío. Mientras ellos ven traidores, los de la España del  “no se puede” se frotan las manos

Ortells (a la izda., en la imagen), junto a Abascal y Olona, el pasado Primero de Mayo en Cádiz.
Ortells (a la izda., en la imagen), junto a Abascal y Olona, el pasado Primero de Mayo en Cádiz. GERMÁN MESA

Entre las muchas Españas , como tantas veces se ha dicho, hay dos que destacan por eternas y repetitivas. Por un lado está La España del “no se puede” y por otro La España de “los traidores”. La España del no se puede es conservadora, de credo religioso a su medida, monárquica por conveniencia y llena de profetas apocalípticos que reaccionan vehementemente ante la más mínima  posibilidad de cambio aunque, una vez conseguido, se aprovechen sin rubor de ello. Los argumentos de sus líderes son eslóganes cortos de miras y escasos de razonamientos sesudos, conscientes de que a sus seguidores poco les importan. El “no se puede” es un mantra repetido hasta la saciedad para todo, sea bueno, malo o  regular y sus votantes lo siguen aunque los cambios convengan a muchos de ellos. En “su España” no se podía subir el salario mínimo y los contratos tenían que ser precarios bajo amenaza bíblica de las siete plagas siendo la octava la marcha de todas las empresas  del país y el desplome de la economía. Los del “no se puede” se manifestaban contra el aborto y el matrimonio homosexual, contra la ley del tabaco y la regulación del consumo de alcohol. También, allá por los tiempos de la transición, dijeron “NO” a  las autonomías- algunos todavía lo hacen- e incluso negaban la, hoy, sacrosanta e inamovible Constitución.

Por otro lado, frente a los “negacionistas” está la España que ve traiciones por todos lados, tan peligrosa y cainita que es capaz de hacer ganar “a los del no” y tirar por tierra todo los logros conseguidos. Ya pasó en la Segunda República, oportunidad única en nuestra historia reciente que se fue al traste por las peleas salvajes de las izquierdas llenas de desleales y el anhelo fascista de los abuelos de los del “no se puede”, quienes allá por 1936 babearon ansiosos ante un golpe de estado y disfrutaron de cuarenta años de dictadura.

Casi un siglo después, poco parecen haber aprendido unos y otros. A los primeros les sirven los mismos mentirosos discursos para incendiar un país, mientras los segundos- distraídos en ver puñales por la espalda- encienden las ascuas. Sí señor, esto es un pasillo y no el que el Atleti le negó al Madrid. La progresía española tiene una larga lista de traidores pero si hay un especialista destacado en sufrir tales ataques despiadados e inmerecidos es, el hoy tertuliano, Iglesias. A Pablo le han traicionado  casi todos, pobre muchacho. Errejón, traidor. Carmena, traidora. Teresa y Kichi, traidores… y desde esta semana, Izquierda Unida, y sobre todo, Yolanda Díaz. Todos traidores y traidoras. Este pituffo tiene la impresión de que en Podemos- cual partido de la vieja política- quien se sale del discurso es tachado directamente de “botifler”, que dicen en Cataluña. Pero el pecado más grave para los morados parece ser el juntar fuerzas para plantar cara al ogro “blanqueado” de la extrema derecha. Eso, Pablo y los suyos a día de hoy no lo perdonan, a pesar que la unión y el respetar confluencias estaba en el espíritu inicial de Podemos  y ha sido la  estrategia que mejores resultados les ha dado.  Pero nada, no hay manera, estos chicos y chicas van de ridículo en ridículo. Como decía Quevedo: “La soberbia nunca baja de donde sube, pero siempre cae de donde subió”, lo que en pituffo significa:

Mientras ellos ven traidores, el votante progresista se queda hecho un puto lío. Mientras ellos ven traidores, los de la España del  “no se puede” se frotan las manos. Mientras ellos ven traidores, la Olona se descojona.

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