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Se suele decir que sirven para marcar tendencia y para, como su propio sinónimo indica, sondear a la opinión pública (que difiere muchas veces de la publicada). Los objetivos menos confesables de las encuestas electorales pasan, al contrario, por influir en el voto y condicionar en lo posible al potencial electorado, autoestimularse ante una situación de crisis endógena o exógena, y para forzar una decisión interna que llegue incluso a descabalgar al candidato del partido que la encarga para sustituirlo por otro.

En los próximos meses, y más cuanto menos falte para las municipales de mayo de 2015, nos atiborrarán a encuestas de intención de voto, cargadas también de grandilocuentes datos accesorios sobre cuestiones claves que preocupan a los ciudadanos. Como si esa pequeña comunidad hiperreducida, pongamos entre 500 y 1.000 personas, representase a las 214.000 que habitan Jerez. Pero sin poder olvidar el surrealista reduccionismo anterior y sin necesidad de ser expertos en técnicas demoscópicas, a nadie escapa que la mayoría de estas encuestas son habitualmente, como coloquialmente se dice, 'cocinadas' por quienes las encargan o a quienes les sirven. Es decir, el cliente siempre va a llevar la razón y difícilmente a alguien se le ocurriría encargar un sondeo electoral que le dé como perdedor o que, al menos, no se aproxime a sus intereses políticos más básicos.

Las encuestas sirven para lo que sirven, como decimos, y por eso tal vez los políticos tengan incluso un argumentario de manual en función de quien las encarga y los resultados que arrojan: hay que seguir trabajando, pero me las creo; hay que seguir trabajando, pero la encuesta de verdad es la del día de las elecciones. Hay excepciones, claro, y es cuando se encargan encuestas en profundidad (muchas más de 1.000 entrevistas), cuando se sondea por distritos y en el mundo rural... Por ahora la mejor encuesta es la que puede hacerse yendo al mercado de abastosde Federico Mayo, o subido en un taxi, o acercándose a la cola de reclamaciones de Aqualia (la empresa a la que el gobierno local del PP ha vendido el agua de los jerezanos).

O incluso acudiendo a la puerta de comedores sociales o del propio Ayuntamiento y hablar con los afectados por la mala gestión del decreto de exclusión social o con algunos de los 260 afectados del ERE municipal. Creer a ciegas y a pies juntillas todo lo demás es dar vueltas y vueltas en el carrusel político de la autocomplacencia, la compra de voluntades y la miopía intelectual y política. La cocina puede ser un placer aunque atención a platos como la berza jerezana y su conocido exceso de pringue. Se cocina a fuego lento y es muy suculenta pero suele implicar una digestión lenta y pesada.

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