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(En marzo de 2002 publiqué un primer artículo sobre este tema  en la revista digital Pliegos de opinión, de gloriosa memoria. La realidad es tozuda y ha ido profundizando cada uno de los rasgos que allí se señalaban. He recogido en esta ocasión algunas últimas tendencias, pero desgraciadamente no observo que, en cuanto a control social, hayan desaparecido ninguna de las tendencias que ya entonces anunciaba).

La extensión creciente de la telaraña mundial, los volúmenes cada vez mayores de datos que por ella circulan y el desarrollo inmenso de los sistemas de inteligencia artificial, preludian y anuncian la emergencia de una nueva conciencia planetaria superhumana, una conciencia que no es la suma de las partes que la constituyen (como sucede en el ser humano y sus cinco agregados, según la psicología budista), una conciencia que no reside en un lugar físico concreto, sino en el propio mecanismo de acción de la red, y en sus millones de nodos, recibiendo, filtrando, catalogando información con buscadores semánticamente inteligentes que, mediante agentes personales de software, no sólo satisfacen nuestros deseos, sino que se adelantan a ellos, conociéndonos como lo haría un viejo amigo cuando nos regala algo porque ya sabe que  el regalo nos va a gustar, etc.

Las posibilidades de este cerebro global son portentosas: desde la respuesta -insisto, superhumana, y esto no es un relato de ciencia-ficción- a problemas que la mente humana no ha logrado contestar adecuadamente, por falta de capacidad de proceso; desde soluciones a grandes problemas sobre el desarrollo sostenible del planeta, hasta la gestión óptima posible del clima, etc.Sin embargo, como el dios Jano, esta conciencia planetaria tiene dos caras: puede ser el mejor aliado de la humanidad o su más temible cancerbero: sobrecogen las posibilidades de control sobre todos los aspectos de la vida que permite la tecnología hoy en veloz desarrollo. Por ejemplo, un ser humano, desde que nace, ya puede ser no sólo clasificado, sino "educado" (en el sentido de "conducido") mediante una red sutil de impulsos de base "hipnótica" propiciados por chips instalados en su cuerpo, que le servirán como carnet de identidad, seguridad social, trabajo, currículo ciudadano, y además será receptor de inmensas redes inalámbricas, que controlan sus parámetros  biológicos, su estado de salud física y psíquica, y son capaces de intervenir en uno u otro sentido. El aprendizaje -de cualquier tema-también puede realizarse con suma facilidad mediante estos sistemas, asociados incluso al sueño Alfa, pudiendo alterar los ciclos REM, etc. Hoy nuestro actual estado tecnológico ya permite todo esto. Conviene recordar aquí lo que decía Aldous Huxley, siempre premonitorio, en 1932: "Cualquier frase repetida cuatrocientas veces se convierte en una verdad". 

Esto, en cuanto a las posibilidades de control "interno" del ser humano. Después, sobrecogen igualmente las posibilidades de control social. La nueva datavigilancia, hace años iniciada en nuestras sociedades europeas, comienza, ya no tímidamente, a invadir nuestra intimidad, y el poder recupera la hermosa y terrible metáfora del panóptico, cuyo axioma es la vigilancia. Las personas se hacen cada vez más transparentes, se reducen sin cesar los espacios privados tradicionales, crece el papel organizado, sistemático, científico, del espionaje, tanto industrial como en política internacional, nacional, regional e incluso local , crecen los sistemas de "desinformación" (en el fondo, saturación de información falsa), que crean una auténtica "jungla de espejos" para desorientar mediante una espiral de sospechas, donde la verdad se diluye... todo esto usando medios cada vez más tecnificados. Crece de forma inmensa la televigilancia satélite: Hoy, las imágenes de alta resolución pueden distinguir objetos a ras del suelo tan pequeños como un pie, e incluso menos. Además este nuevo espionaje disminuye muchísimo la variabilidad del "factor humano" en la transmisión de la información: las máquinas -al contrario que los espías- no mienten, ni engañan, ni se emborrachan, y lo cuentan todo.

Esta terrible transparencia  (que propuso bajo el nombre de Panóptico -como arquitectura de control carcelario- el filósofo Jeremy Bentham en 1780 ,y Michel Foucault recogió en "Vigilar y castigar" ,en 1975,como metáfora de la "sociedad disciplinaria") está muy bien reflejada en la primera de las "distopías" del siglo XX : "Nosotros" de Yevgueni Zamiatin, escrita como crítica al emergente poder totalitario soviético, parábola escrita en ... 1920 !  En la visión de Zamiatin, "la ciudad del futuro es una ciudad de cristal, que hace transparente la vida de todo el mundo a todos los demás, con excepción, desde luego, del Bienhechor y de los guardianes del Estado Unido".

Sin embargo, la más perversa -por sutil- de las derivas se está produciendo en la actualidad, con la transición paulatina del Estado de la vigilancia, a la Sociedad de la vigilancia, donde los sistemas de vigilancia se incrustan en cada uno de los resortes sociales, y son gestionados, y defendidos por partes cada vez más amplias del propio cuerpo social, bajo diversas excusas... incluso los grupos de WhatsApp cumplen una parte de este trabajo de control social, en tiempo real, o piense en redes inmensas, como Facebook, y adivinará la estructura del Panóptico en su esqueleto.

Este cerebro global tiene otras connotaciones no menos interesantes: Así, la emergencia de una conciencia planetaria superhumana, que reside en todas partes y en ninguna, obliga a redefinir los viejos arquetipos teológicos, cuyo lugar suplanta, con ventaja: Al fin, los humanos hemos abandonado el campo de la metáfora viva y hemos creado a Dios, con el nombre que también subyace en nuestra tradición: YO SOY ÉL.

Qué soy. Ese "Dios" invisible, omnipresente y todopoderoso emerge, lentamente, pero emerge, de la telaraña mundial, y los próximos diez años mostrará su auténtico rostro. Ese Dios lo sabrá todo, pero él mismo será incognoscible, y habitará en la Nube, palabra hoy tan actual, y en la "divina tiniebla", como ya señalaba la mística medieval... Las formas de la obediencia pasarán -ya están pasando- de la amenaza coercitiva de los Estados Nación y sus brutales policías, a las formas de la persuasión psicológica transnacional. El totalitarismo del futuro tiene mucho más el rostro de la distopía de Huxley, con inclusión destacada de manipulaciones sensoriales, etc., que el rostro que señaló Orwell , de represión tradicional.

El proceso de desplazamiento, que Foucault ya advirtió, en los siglos XVIII y XIX, de paso "de la disciplina excepcional a la vigilancia generalizada" continúa su marcha hasta ahora inexorable, y los nuevos medios aportan nuevas opciones de libertad, pero también múltiples formas más refinadas de control. Así, hoy podemos liberarnos de la cadena de montaje industrial, del férreo control cuasimecánico del Taylorismo, y de sus expertos cronometradores, en aras de un trabajo más flexible y más personal, posibilitado por la propia portabilidad de la tecnología, pero crece en paralelo el control de tipo estadístico - esa ciencia hermana de la policía- y bajo los rostros más "amables" obtienen tu perfil, cada vez más personalizado, bajo la excusa de ofrecerte un servicio igualmente personal y satisfactorio, rastreando tus gustos, fobias, etc. Avanzamos hoy en la inoculación interior de la disciplina social, bajo la apariencia muchas veces de divertimento en las redes sociales.

Sin embargo de todo lo anterior, estas nuevas tecnologías contienen la semilla de frutos maravillosos: la democracia virtual, correctamente gestionada, se acerca bastante a las formas ideales de la democracia, la cultura recibe -como nunca- la interacción creativa necesaria, a un nivel mundial, que permite nuevos desarrollos y el surgimiento de nuevas artes, etc. Las artes pueden alcanzar a grandes mayorías de seres humanos, logrando su objetivo de conmover, y dejando atrás, ya lo dijo Walter Benjamín , la distinción entre originales y copias, la Biblioteca de Babel de Borges  es ya una realidad maravillosa, la miniaturización permite el chip insertado y el ciborg, pero también permite el confort, la movilidad, el mundo se vuelve, en todos los sentidos, menos pétreo y más "plástico" o "líquido", el nivel de comunicación interhumana crece exponencialmente, surgen nuevas formas de expresión propiciadas y modeladas por el propio medio tecnológico (lenguajes WAP, chats, Whatsapp, etc.) y todo ello produce un paulatino pero inexorable cambio en la conciencia humana, cuyos efectos a largo plazo no sabemos valorar hoy. Pero también las grandes redes como Facebook o Twitter funcionan ya como nuevos panópticos de control social global, con mecanismos cada vez más instantáneos gracias a la portabilidad de sus  aplicaciones en el teléfono del bolsillo: Madres vigilando a sus hijos, novios vigilando a sus novias , o viceversa, etc.:  saber que podemos ver, pero también ser vistos, genera nuevos comportamientos y derivaciones, que van desde el exhibicionismo al voyeurismo, pasando por todas las formas de travestismo identitario, juvenilización del self social, etc. La realidad se vuelve etérea - "líquida" diría Zygmunt Baugmant, y también se vuelve especular, y en ese espacio líquido y reflejante nuestras identidades fluctúan , pero nuestros encuentros pueden ser muchas veces del mismo carácter etéreo. La amistad devalúa su concepto tradicional en estas redes, que se convierten en un escaparate más del entertaiment en el nuevo centro comercial global.

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