captura_de_pantalla_2017-11-17_a_las_9.02.34.png
captura_de_pantalla_2017-11-17_a_las_9.02.34.png

Ser adolescente en 2017 es cometido de alto riesgo. Ser mujer, al parecer, aún lo es más. A tenor de lo visto, la humillación de ser violadas no es suficiente para el siglo XXI.

Como dijo el genial Eduardo Galeano, el mundo está patas arriba y tenemos que luchar para ponerlo sobre sus pies. Si un periodista puede permitirse el ignominioso lujo de abrir una encuesta para que los internautas opinemos si la presunta agresión sexual de La manada en Pamplona fue una violación o sexo consentido, poco más cabe añadir. El tema, que vuelve a estar candente un año después de los hechos por celebrarse estos días el juicio contra los cinco acusados, trae cola. A mí se me ocurre otra posible pregunta para lanzar a la audiencia, pero esta vez relacionada con la catadura moral y profesional de este sujeto. Sin embargo, mi propuesta no tendría mucho futuro: las opciones A, B y C serían idénticas y nada lisonjeras. Cosas que pasan y asquean.

Y es que cuando empezamos a trivializar con lo que de verdad importa —como hacen nuestros mandatarios con la sanidad o la educación—, llega el principio del fin. El informador en cuestión se justificó aludiendo a la presunción de inocencia pero extravió la responsabilidad por el camino en su arriesgada pirueta de metonimia. Tomó la parte por el todo y eso se acaba pagando. Casi me ruborizo ante la siguiente explicación, como si la obviedad del argumento relegara a lo pueril a todo aquel que precisara de él. No obstante, en vista de su triste pertinencia, ahí va. El veredicto de absolución o culpabilidad en un estado sometido al derecho corresponde al poder judicial. Por eso cabe hablar de presuntos delitos hasta que estos sean dirimidos por la autoridad competente. Lo que no procede en ningún caso es someter al caprichoso arbitrio del retuit una penosa situación de tal magnitud. Máxime tratándose de una lacra como esta, execrable y asesina. Ante tal despliegue empático de solidaridad humana, enmudezco.

A veces fantaseo con una vuelta a la adolescencia. Seguro que a usted, mi buen lector, también le pasa con frecuencia. Aquella etapa de dudas, de inconformismo con todo y en especial con una misma, de preguntas y preguntas sin respuesta… A veces me planteo cómo es una pubertad de este tiempo. Y me da por temer. Resulta que hoy a los tuiteros más jóvenes les puede llegar —en la calidez del ciberanonimato— una encuesta para que decidan en un clic si han violado a una chica en los sanfermines. Y acabarán por creer incluso que la consulta pública es procedente. Resulta también que uno de los programas de televisión con más seguimiento por parte de estos jóvenes rentabiliza una presunta agresión sexual y exhibe a bombo y platillo el caso y a la víctima entre retazos de música lacrimógena y la potencia del zoom dramático. Casualmente además este año, que la audiencia va más floja. Cosas que pasan y aterran.

Ser adolescente en 2017 es cometido de alto riesgo. Ser mujer, al parecer, aún lo es más. A tenor de lo visto, la humillación de ser violadas no es suficiente para el siglo XXI. Entrados estos años es menester que a esa vileza le siga como poco la especulación viral o la cobertura multipantalla. Que se note que se ha asentado el nuevo milenio y que estamos todos más civilizados. Hay realidades del presente que producen mucho más asco del que cabe en una columna.

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído