Ciudadano Saborido
Por Alfonso Saborido @asaborido
He esta
do unos días fuera y desde la lejanía me entero de la salida de dos hermandades, dos, por las calles de nuestra ciudad.
Circunstancias excepcionales. Siempre hay un motivo. Que si una medalla. Que si un aniversario. Que si una coronación.
Reconozco que como jerezano que me he criado en un ambiente cofradiero me gusta la
mal llamada Semana Santa. Y digo
mal llamada porque la Semana Santa en Jerez se entiende como cofradías en la calle, y la Semana Santa para un cristiano es mucho más que eso.
Me gusta tanto por el sentido religioso, que lo tiene, como por el sentido estético, que también lo tiene y mucho más si cabe, por la manera de hacer
a la jerezana.
Pero de un tiempo a esta parte veo que sinceramente,
las cofradías de Jerez han perdido el norte, un norte que para el cristiano sólo es Jesús de Nazaret y nada más.
Sacar tantas procesiones a la calle es efectivamente, eso, perder el norte, perder la guía. Luego se quejan las cofradías de las críticas que se les hace porque se dedican demasiado al folcklore y no a otras cosas, como ayudar a quien lo necesita, que lo hacen,
pero que con tanta candelería, no se les ve.
Además es un acto de incoherencia grave. Si hay algo que tiene la religión católica, y cristiana por tanto, es la alegría de la Resurrección. Sin embargo, en Jerez las hermandades están empeñadas en sacarnos a un Cristo muerto varias veces al año. Bien está en Semana Santa. Pero no más, porque no tiene sentido y además, harta.
Procesión extraordinaria de la Soledad, el pasado domingo en Jerez.
Por supuesto, creo que la persona responsable de esto, además de la Unión de Hermandades, es el Obispo de Jerez. Ya me gustaría haber visto actuar a don Rafael Bellido Caro en las circunstancias actuales.
Todo ello conlleva a una religiosidad popular y no a una religiosidad coherente con el Evangelio que se dice proclamar. El único razonamiento que hago para entender esto es que las cofradías son la única fórmula que tiene ahora mismo la Iglesia Católica para atraer público.
Y ojo, digo público. No creyentes comprometidos.
Y hablando de religiosidad popular, cada vez que hay aglomeración de gente, y más en tiempos preelectorales, es un buen río revuelto donde ir a pescar. De hecho, hasta me parece bien que los partidos políticos se acerquen a las hermandades, están en su derecho de ir a donde estimen conveniente.
Pero
no me parece bien que lo hagan las autoridades. Ni ayuntamientos, ni presidentas de la Junta, ni ministros ni nada. La religión aparte del Estado, por favor, porque se llega a situaciones disparatadas desde el punto evangélico como proclamar alcaldesa perpetua a la Virgen María o darle una medalla para convertirnos en el hazmerreír mundial como ya se encargó
The Wall Street Journal. Aunque para disparate, el ver la docilidad de la Unión de Hermandades con los políticos del Partido Popular que no van a modificar la ley del aborto.
Una docilidad que sorprende ante la actitud que tuvieron con el gobierno socialista. ¿Ven ustedes lo que pasa cuando se mezcla religión con política? Yo en muchas ocasiones no sé distinguir la una de la otra.
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