El periodista George Packer, en su libro 'El Desmoronamiento' –una serie de reportajes y entrevistas que pretenden ser un fresco sobre la crisis social de Estados Unidos– recoge que, en general, los ejecutivos e ingenieros de las grandes empresas tecnológicas de Silicon Valley tienen/tenían terminantemente prohibido el uso de teléfonos móviles a sus hijos en edad escolar hace ya más de diez años. Precisamente ellos, los creadores de buena parte de toda esa tecnología que le da soporte. De hecho, en el libro recoge como anécdota el despido, basado en fotografías captadas por detectives privados, de una cuidadora de uno de estos niños, sorprendida mientras dejaba en el parque su propio terminal al infante que tenía a su cargo para que se entretuviera.
Es significativo confrontar este hecho que recoge Packer con lo que ha sido la evolución en la percepción de las nuevas tecnologías en la enseñanza. Ténganse en cuenta la fecha de estas medidas prohibicionistas en la edad escolar en las élites de Estados Unidos, que entendía que el móvil solo distrae del aprendizaje al que se va al colegio, mientras en España asistíamos a las diatribas de algunos consejeros de Educación que prácticamente alumbraban una nueva era "en la que ya no era necesario aprender, sino buscar en Google", que llegó a decir una responsable del gremio.
Pasada esa época de 'excesos', el Gobierno se muestra partidario de desterrar legalmente y a nivel estatal la presencia de los móviles de los alumnos en las aulas de Primaria e incorporarlo como posible herramienta en Secundaria. El Ejecutivo aspira de esta manera que se unifiquen los criterios en las comunidades autónomas, ya que en la actualidad algunas son prohibicionistas y otras son mucho más permisivas sobre este asunto. Incluso, una decisión de esta envergadura daría cobertura a los colegios que, a título individual, ya hubieran decidido eliminar los móviles de sus aulas estando en comunidades donde dicho uso –en realidad sería más propio decir tenencia en horario lectivo– está permitido.
Parece una buena medida que sin duda aplaude la mayoría del profesorado, aunque habrá que ver cómo la reciben los propios alumnos y muchos padres y madres que reclaman estar permanentemente conectados con sus hijos...



