Los números, en política, no siempre tienen que ver con las matemáticas. En lengua pasa un poco lo mismo. Conceptos como victoria o derrota, que están muy claros en el deporte y en otros aspectos de la vida cotidiana, se difuminan cuando hablamos de política. Con 136 diputados, Alberto Núñez Feijóo ha ganado las elecciones generales, pero él mismo sabe que las ha perdido, no tiene que decírselo nadie. Pedro Sánchez, con 122, perdió, pero no del todo: sabe que tiene una opción de gobernar o que, en el peor de los casos, es más que una posibilidad que en otoño haya ‘segunda vuelta’ si ni PP ni PSOE consiguen desbloquear la situación.
Estratégicamente, hace bien Feijóo, como ha anunciado, en intentar gobernar —que le pregunten a Inés Arrimadas por la decisión de no ir a la investidura tras las elecciones que ganó en Cataluña— y seguro que, como fuerza más votada, el rey le encarga que intente formar Gobierno. Como no suma con Vox, intentará una abstención del PSOE que sabe que es imposible. En realidad, al hablar de pedir la abstención socialista estamos hablando más de mensaje ante la ciudadanía de cara a ese período de contactos políticos y a lo que pudiera venir que de una posibilidad real. Sus 136 diputados son solo un buen resultado si se compara con las elecciones anteriores, pero es un mal resultado si se piensa en los 150-155 que alguien decidió subrayar en rojo en un despacho de Génova. ¿Y alguna abstención que abriera una investidura con mayoría simple? ¿El PNV? No, nunca con Vox, y sin Vox no hay nada… Es que Vox es a la vez ‘suma’ y ‘problema’ del PP, una ecuación por despejar. Muy probablemente los populares no han sacado esos 150-155 porque a muchos electores no les han gustado los pactos autonómicos con Vox, no tanto por los pactos en sí que sobre cómo se están gestionando, la percepción a nivel nacional de los mismos, una mezcla de abulia e improvisación que no se sabe muy bien dónde llevan salvo al poder.
Pedro Sánchez, en realidad, no lo tiene mucho mejor… pero el órdago contra sí mismo que supuso el adelanto de las generales, salirle, no le ha salido mal. Los 122 diputados del PSOE son dos más y es un buen resultado si se tiene en cuenta que había encuestas —lo de las encuestas daría para otro editorial— que daban al partido por debajo de 100. El problema es que a su ‘bloque’, a los partidos que han apoyado durante la pasada legislatura el Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, no le da y necesitaría algo de Junts. Le podría valer su abstención para ganar en segunda ronda en minoría simple, pero siempre y cuando mantuviera todos los apoyos que ha tenido durante la legislatura y que se están dando por supuesto, cuando la situación política está cambiando y tanto en Cataluña como en Euskadi se empieza a pensar en clave local. Por ejemplo, se acercan las elecciones vascas y el PNV ha visto cómo la fuerza nacionalista más votada en estas generales ha sido Bildu… y eso da para más de una reflexión sobre la estrategia a seguir en lo que se refiere a la política nacional. En Cataluña pasa otro tanto de lo mismo, con ERC obteniendo un mal resultado —pasando a siete desde trece— tras otro —ya se estrelló en las municipales— y viendo cómo a Junts, que sigue en la línea dura, no le va tan mal.
Lo de Junts… el ‘nuevo Waterloo’. ¿Una abstención de los de Puigdemont y gobernar en minoría? ¿Un sorprendente sí? ¿Precios de cada concepto? Son, como se ve, muchas incógnitas las que debe despejar Pedro Sánchez, pero como se dijo hace unas semanas en estas mismas líneas, guste o no, es un político capaz de hacer girar cuatro platillos chinos a la vez. Y seguro que cinco.


