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El Análisis

Por Pedro Grimaldi

No estuve en la Fiesta de la Bulería, que es un formato de espectáculo que dejó de interesarme hace muchos años de manera proporcional a mi interés por el propio flamenco, que cada vez es mayor. Así que no fui testigo presencial de uno de los más burdos intentos que se recuerda en Jerez de comprar simpatías por parte de un partido político. Digo intento, pues creo que el efecto boomerang de esta cacicada está garantizado, y aunque la propaganda oficial, y aquella que se induce con anuncios en prensa, se deslengüen exaltando el éxito del evento, por todos los rincones de la ciudad no se oye otro calificativo distinto al de mamarracho. O mejor, Mamarracho así con mayúscula. La gente que se deja comprar es de mala calidad, sobre todo si lo hace por tan poco. Y a quienes compran voluntades con dinero ajeno califíquenlos ustedes a la espera de que un juez lo haga.

Con la vuelta del PP al Ayuntamiento, sin las cortapisas de un pacto y con la soberbia propia de las mayorías absolutas, estamos asistiendo al rebrote del Jerez más cacique e integrista. Y así hoy se organizan paradas militares y homenajes a símbolos del franquismo, mañana se dedica una rotonda al fundador del Opus (que estuvo presente en todos los consejos de ministros del dictador desde comienzo de los años sesenta, y sigue con Rajoy) y pasado mañana se traerán a los marines de Rota a desfilar por la avenida, que son paisanos del delegado y a la alcaldesa le encantan. Y entre medias, misas municipales por Santiago, reconocimiento con el nombre de Jerez a la alcaldesa de Cádiz en agradecimiento por todo lo que le ha dado ¿a nuestra ciudad?, nombrar reina maga a la directora de mi cole y suma sigue... La última, flamenco gratis por ser jerezanitos obedientes.

Deberíamos saber cuánto ha costado que cuatro mil jerezanos hayan presenciado la Fiesta de la Bulería invitados por el resto. Yo me aventuro y calculo que, entre lo que se dejó de ingresar en taquilla, lo que costó convertir el Mamelón en espacio escénico, más seguridad, horas extras del personal municipal, honorarios de artistas, etcétera, la cosa no bajó de los doscientos mil, con lo que cada localidad de asiento pudo salir por 50 euros. No es aceptable, y resulta ofensivo, semejante despilfarro de dinero público, cuando se están suprimiendo servicios municipales básicos y despidiendo a trabajadores del ayuntamiento argumentando insuficiencia económica. Ademas, se manipula una fiesta de tanto arraigo y tradición por un ataque de histeria electoral que dice mucho sobre la poca confianza que tiene el gobierno municipal en su propia gestión.

En estos días, tanta gente notable del flamenco como hay en Jerez, empezando por los propios artistas, y siguiendo por el mundo de las peñas, deberían pronunciarse sobre si estas son las formas de divulgar y promover el arte flamenco aquí y en el mundo. Y si este es el camino a seguir en la defensa un arte recientemente reconocido como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Mi opinión es que, con esta lamentable última edición de la Fiesta de la Bulería, la propia ciudad ha infringido un severo desprecio a un arte único y universal capaz de retorcer las entrañas al ser más insensible. Ha sido como fundir las letras con las que el flamenco escribe la palabra Jerez y tirar ese oro puro por la alcantarilla.

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