EDITORIAL. Bien harían los partidos tradicionales, acuciados por el empuje de una nueva forma de hacer política y entender la democracia, en reformular la educación que brindan a quienes empiezan a hacer carrera en la cosa pública.
La credibilidad bajo mínimos de los partidos políticos en unos tiempos de desconfianza, desafección y desapego total frente a todo lo que huela a cargo público exige que no se repitan secuencias tan lamentables y sonrojantes como la protagonizada por el representante de las Nuevas Generaciones del PP en Jerez. El chico en cuestión, un meritorio que junto a otros compañeros lleva desde la pasada legislatura buscando el carguito bien pagado por todos los contribuyentes, ha patinado profundamente al censurar una supuesta decisión del actual gobierno municipal. Censura que solo obedecía a su propio despiste al confundir un cerrojazo de servicios públicos con un simple acceso a un equipamiento municipal.
Concretamente, el tal Jaime Espinar, presidente de los ‘cachorros’ de los populares en Jerez, criticó agriamente al ejecutivo de Mamen Sánchez por “la falta de información y compromiso del gobierno del PSOE con los estudiantes jerezanos, puesto que dijeron en un principio que la sala de estudio de Sala Paúl se abriría en agosto y lo que se han encontrado los estudiantes es con las puertas de las instalaciones cerradas a cal y canto y sin ninguna información sobre si va a abrir o no, ni hasta cuándo, ni en qué horario”. Si el tal Espinar se hubiese molestado en caminar unos metros más adelante y comprobar que la entrada a la sala de estudios era por calle Santo Domingo se hubiese ahorrado un ridículo nacional y, en paralelo, dejar en evidencia la estrategia de oposición que viene llevando a cabo su partido desde que salió democráticamente del poder absoluto municipal en las pasadas elecciones municipales.
El tropezón del joven conservador puede parecer anecdótico y podría haberse quedado sin trascendencia si no fuera porque medios de comunicación de todo el país se han hecho eco de la metedura de pata. Y es que lo verdaderamente preocupante es que su actitud demuestra que los partidos de la oposición están más preocupados en meter el dedo en el ojo sin ton ni son a su adversario político, más ahora que se aproximan las elecciones generales, que en hacer una oposición seria y responsable, que no significa que sea pacata y ajena a una fiscalización estrictamente necesaria. Es de suponer que dicha estrategia no parte del tal Espinar, sino de sus superiores, que utilizan a estos jóvenes ‘cachorros’ como presuntos perros de presa que deben hacer méritos a toda costa para ir escalando en sus partidos.
Cuando la política realmente sirva a los intereses de los ciudadanos y deje de ser cobijo para la contratación de personas sin pulso ni experiencia previa en la competencia del mercado liberal privado, que por cierto el PP tanto defiende, empezaremos a creer que los representantes políticos son dignos de sus representados. Bien harían los partidos tradicionales, acuciados por el empuje de una nueva forma de hacer política y entender la democracia, en reformular la educación que brindan a quienes empiezan a hacer carrera en la cosa pública y en explicarles de forma fehaciente que no todo vale. Quizás sea mucho pedir.



